Quiero compartirles un poco cuál ha sido mi proceso de reflexión. Han sido, por lo menos, tres momentos:
Primero, cuando salgo de comunidad empiezo a perder mi lengua y empiezo a negar mi identidad, mi ser maya tseltal. En ese proceso me sentí avergonzado porque también, varias veces, me discriminaban por no hablar muy bien el español, el castellano, en mi propio pueblo.
El segundo momento fue estando en Jalisco, estudiando en la preparatoria, cuando un amigo mío me dijo “pinche indio”.
Otro momento más decisivo tiene que ver con el levantamiento zapatista en 1994. Finalmente, cuando me fui reencontrando es dejar atrás varias cosas que oprimían mi corazón, y comencé a mirar las tradiciones, la espiritualidad de los pueblos originarios. En ese momento me fui dando cuenta que también mi pensamiento, mi espiritualidad, mi ser había sido encubierto por una identidad y un pensamiento hegemónico. En todo ese proceso de la búsqueda de descolonizar me o des-domesticarme, comencé a mirar los conceptos fundamentales en el pensamiento maya tseltal y tsotsil.
Así que, parte de las reflexiones, parte del proceso de reflexión, y como resultado, son los conceptos que hoy quiero compartir con ustedes.
Así que, la base de mi reflexión, de mi análisis tiene que ver concretamente con el territorio, con la tierra. Este análisis, entonces, enmarca en lo que llama Donna Haraway “el conocimiento situado.” Y uno de esos elementos importantes en nuestro territorio, y parte del pensamiento fundamental de los pueblos es la presencia del corazón en todos los ámbitos. Y también me puse a pensar cómo es la interacción de los corazones en la comunidad, y qué es lo que podemos hallar.
Tomando en cuenta actualmente de cómo está distribuido el territorio de una comunidad y en suma de los pueblos originarios, alcancé a mirar diferentes actores que interactúan, comparten un territorio, y tienen el mismo pensamiento y la misma filosofía independientemente si son partidistas, si son autónomos, si son evangélicos o católicos. En ese sentido, estos diferentes actores los denomino “constelaciones” que están ahí, que están interactuando…si son partidistas, si son evangelistas, si son católicos, si son tradicionalistas, o otros grupos, pequeños grupos que van formando por diferentes proyectos. Entonces finalmente, sí, son autónomos y se rigen por su organización propia, pero que interactúan entre los diferentes grupos porque se está compartiendo el territorio, que sería para nosotros el Lum-K’inal.
Y en el proceso también de conocer nuestra propia historia, y de mirar cómo han construido nuestra identidad, [en] los pueblos o las comunidades indígenas—en una idea tradicional de la antropología—hay una cohesión socio-comunitaria, hay una tradición común, hay usos y costumbres y hay armonía. Eso lo concibieron los primeros antropólogos en los años 40 y 50, cosa que es importante para mirar a nuestra historia y la realidad actual que tenemos como pueblos.
Otro aspecto que también vale la pena señalar es que a nuestras comunidades y nuestras pueblos o en suma a nosotros, los indígenas o pueblos originarios, nos asocian con diferentes problemas: somos un problema para el país, para el estado, para el desarrollo, para otros pensamientos, para otras culturas. Entonces generalmente, antes y ahora, nos asocian con la pobreza, con el atraso, con el alcoholismo—incluso dicen que la gente de los pueblos es gente sin razón, gente violenta. Es decir, existe una imagen negativa hacia los pueblos originarios.
Sin embargo, nos damos cuenta que [en] la comunidad, los pueblos, sigue habiendo espacios de mucha interacción, de negociación entre los costumbres antiguos y lo actual, y también hay un espacio de negociación entre lo que han dicho que somos; eso que dice que somos no queremos ser, no somos eso lo que dicen, cuestionamos. Y allí es donde la comunidad se vuelve un espacio de negociación, de discusión, para poder seguir caminando.
Y también, al mirar a las comunidades y las tradiciones, encontramos una relación viva y diferente con la naturaleza. Se puede mirar eso desde los rituales. Hay un reconocimiento y un respeto a la naturaleza. Si ustedes pueden mirar ahí [en la foto], en el corazón, en el centro de las velas, lo que está es una vestimenta ceremonial tradicional femenina. Y en esta siguiente foto, lo que está en medio de la laguna, es la vestimenta que miramos antes, porque se piensa que en esa laguna se vive una deidad ancestral. Así pensaron los pueblos, y ese es una manera concreta de cómo se relaciona con la naturaleza.
También nos damos cuenta que nuestro pueblo, nuestra comunidad, esa imagen negativa que nos han construido finalmente es un espacio de un devenir en conjunto de anhelos, de deseos, de sueños que se construyen de manera comunitaria. Y también las diferentes maneras de resolver los conflictos generalmente son de manera comunitaria. Y si nos damos cuenta aquí, generalmente es una asamblea de hombres cuando de dirimen los problemas, y eso es un punto elemental en nuestra reflexión y análisis: ¿Dónde están las mujeres? ¿Dónde está la otra mitad de la comunidad o el pueblo?
Y también la comunidad es un espacio de memoria y de ritual. Cuando hacemos la celebración del Día de Muertos, sí, festejamos a nuestros muertos, pero tiene que ver con la memoria colectiva presente, en un ancho presente. Entonces se busca interactuar con nuestros muertos, pero sobretodo se busca hacer presente una memoria colectiva.
Todo esto lo que hemos platicado forma parte de este concepto que le llamamos sna’el k’inal. Sna’el k’inal tiene que ver con el saber y con el conocer el mundo y el universo. Son las formas de reconocer las diferentes presencias en el mundo. Son las diferentes formas de saber vincularse con la sociedad y con el ecosistema, así le llamamos eso sna’el k’inal. Y esta manera de aprender, saber y conocer el mundo y la vida es la presencia de este concepto que le llamamos ch’ulel. El ch’ulel podemos traducir con estas palabras: espíritu, conciencia, energia, potencialidad o alma. Y ch’ul, la raíz de la palabra ch’ulel, proviene de “lo sagrado”, y así podemos decir ch’ultat (sagrado madre), ch’ulmec (sagrado padre). Ese es parte del pensamiento de los pueblos. Sabemos que como pueblos hemos pasado por un proceso de conquista, de colonización, o domesticación de los corazones y de las mentes. Entonces a eso le hemos llamado des-ch’ulel-ización, es decir, nos han quitado un ch’ulel, un tipo de conciencia, nos han impuesto otro tipo de conciencia que pensamos que es nuestra conciencia, nuestra espíritu y potencialidad.
La imagen negativa que tienen sobre nuestros pueblos y el proceso de des-ch’ulel-ización comenzó en la colonia, en la conquista—pero a través de los ámbitos educativos, jurídicos, políticos, religiosos y económicos que se instauran en la colonia. Por lo tanto, hoy en día tenemos nuevas mentalidades, nuevas subjetividades, es decir, pensado desde el tseltal, nuevas corazonalidades, un corazón diferente.
Entonces, ¿qué es lo que hay que hacer? Hace rato comenté que la presencia del corazón en el pensamiento de los pueblos es fundamental. También decimos que cuando el corazón está fuera de su lugar no se puede enfocar, no se puede mirar las opresiones, no se puede mirar las injusticias, no se puede revalorizar las potencialidades porque nuestra corazón está fuera de su lugar y ya no tiene ch’ulel.
Entonces lo que necesitamos como pueblos, como grupos sociales, es re-ch’ulel-izarnos. Nos des-ch’ulel-izaron y nuestra tarea es re-ch’ulel-izarnos, volver a mirar que el ch’ulel colectivo que está presente en todo lo que existe—que el sistema capitalista le ha quitado porque ha convertido todo en mercancía—entonces nuestra relación debe cambiar, y cuando cambie, es un proceso de re-ch’ulel-ización.
Otro elemento fundamental del maya tseltal es el ich’el ta muk’, que es el reconocimiento de la grandeza de todo lo existente, el reconocimiento a la dignidad, al valor del ser humano pero también del ecosistema. Y el ich’el ta muk’ es una interpelación de los sujetos. Entonces es necesario deconstruir lo que nos han instaurado colonialmente, esa mentalidad, esa subjetividad. Hay que deconstruir una visión del mundo impuesto, y ¿desde dónde? —desde ese corazón situado en la comunidad, en los procesos colectivos. Y a eso le hemos llamado “epistemologías o saberes del corazón”, porque como decía, el elemento fundamental en el pensamiento de los pueblos es la presencia del corazón y también de la cabeza, no solamente el corazón. Pero en el pensamiento maya tseltal está el corazón conjugandose con la cabeza, con la mente.
Parte de las epistemologías del corazón que he recuperado de diferentes procesos, en este caso del movimiento social, movimiento indígena de Chiapas que es el EZLN, es el mandar obedeciendo, representar y no suplantar. Ese es parte del saber-ser saber-estar, parte del pensamiento y filosofía de los pueblos originarios, parte de la sabiduría del corazón de los pueblos. Otro elemento que he recuperado es lo de bajar y no subir. Eso también es un sueño, una lucha de los pueblos, pero que ahora está abanderado por el movimiento zapatista. Y eso le da otro carácter, otro tipo, porque tiene un enfoque político—y no sólo político sino epistémico también—y la relación que hay que deconstruir entre hombres y mujeres, tanto al interior de la comunidades como fuera de ella.
Lo otro, esta otra frase “construir un mundo donde quepan muchos mundos”, eso ¿qué quiere decir en esta epistemología del corazón?. Y esto fundamentalmente tiene un sentido político y también tiene un sentido educativo, epistemológico. Es reconocer los diferentes saberes, es des-encubrir los diferentes saberes encubiertos por el sistema colonial, y desde ahí, igual mirar los mundos que se han construido, que se están construyendo desde esas epistemologías otras. Por ejemplo, igual aquí es una tarea importante mirar las diferentes prácticas de resistencia, de lucha política que tienen los diferentes grupos en la humanidad. ¿Cuáles son esas pequeñas prácticas, por ejemplo, aquí en Nueva York o en los EE.UU.? ¿Cuáles son esos pequeños pasos que se están dando para la transformación o grandes pasos que ustedes tienen y que forman parte de este anhelo de construir otros mundos?
Vimos a grandes rasgos de cómo los pueblos hemos sido colonizado espiritualmente, epistemológicamente, culturalmente, políticamente, y también, cómo nos asocian, y cuáles son la riquezas y las potencialidades de los pueblos y cuáles son nuestros conceptos que pueden servirnos para mirar nuestras relaciones y buscar las transformaciones. A todo esto, y cómo mencioné, la presencia del corazón en el pensamiento indígena es fundamental, y así decimos: “¿Qué dice tu corazón? ¿Qué piensa tu corazón? Mi corazón está triste. Mi corazón está florido. Está lloviendo en mi corazón. Está nublado en mi corazón, etc. etc. Hay una larga metáfora sobre el corazón.
Y entonces, como en el pensamiento de los pueblos es importante el corazón, necesitamos un ch’ulel y un corazón insurgentes. Un ch’ulel y un corazón insurgentes es el ch’ulel o el espíritu que estaba agachado y que ahora se levanta y quiere hacer los cambios, y quiere cambiar desde adentro y desde afuera. Y así en este pensamiento todo es sagrado—todo tiene ch’ulel, todo tiene corazón, todo tiene matriz-fuente, y es desde el reconocimiento de esos elementos es que se puede pensar que podemos luchar contra la hidra capitalista.
A grandes rasgos, esto es lo que hemos considerado epistemologías del corazón, revivir lo sagrado, re-ch’ulel-izarnos, reconocer nuestro ich’el ta muk’ para hacer un frente necesario contra la hidra capitalista que denomina casi toda la humanidad. Y coloqué esta imagen al final porque para mí es muy representativa. Es la imagen de mujeres zapatistas con un ch’ulel insurgente, con un corazón insurgente, que están luchando para hacer los cambios posibles y deseados al interior de la comunidad y también con el estado, con el sistema, y que han lanzando un reto a la humanidad.