Ich’el ta muk’: la trama en la construcción del lekil kuxlejal. Hacia una visibilización de saberes “otros” desde la matricialidad del sentipensar-sentisaber tseltal

Murals at Oventik  Photo: Lorie Novak
Murals at Oventik Photo: Lorie Novak

¿Para qué escribe uno, si no es para juntar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación nos descuartiza: nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón.
Eduardo Galeano, 2000: 89.

Ochibal k’op

A modo de introducción, quiero mencionar que este ensayo es un ejercicio de reflexión a partir de una experiencia multisituada de vida y trabajo para juntar algunos de “mis pedacitos” y compartirlos. Este hilvanar parte de la necesidad de in-pensar, es decir, pensar desde otro sitio, pensar desde adentro, desde nosotras-os como profesionales de pueblos originarios con nuestro sentir, pensar, ver, conocer, saber, oler, percibir y soñar el mundo. En nuestro caso, es sentipensar ciertos conceptos que consideramos fundamentales en el stalel jts’umbaltik y stalel jkuxlejaltik (ethos cultural) tseltal como una posibilidad de repensarnos como actor(es) social(es), miembros de un pueblo originario y en nuestro caso de nuestro ser-estar maya tseltal de Chiapas, México. In-pensarse para contar con una in-versión de nuestro mundo—versión desde adentro, nuestra propia visión y versión de las cosas—es necesario para nuestra emancipación y descolonización política, cultural, intelectual-académica y espiritual.


Los conceptos que queremos in-pensar y sentipensar desde nuestra tseltalidad son el ich’el ta muk’ y lekil kuxlejal. El primer concepto es traducido al castellano como “respeto” y el segundo como “vida en plenitud, digna y justa”. Sin embargo, en el presente ensayo intentaremos pensar desde otros lugares y paisajes que nos permita aventuramos a proponer otros significados desde el pensamiento maya tseltal profundo nutrido por los distintos espacios en los que hemos veredeado. En este sentido, comenzaremos abordando cómo hemos realizado el acto del yo’taninel o corazonar dichos conceptos.

Yo’taninel ya’yel sna’el sok ya’yel snopel jp’ijiltik (Corazonar sentir-pensando y sentir-sabiendo desde el pensamiento profundo nuestro)

En la cultura maya-tseltal las reflexiones, los pensamientos y saberes, no solo surgen y pasan por la mente también emanan del O’tan-corazón y éste se vuelve uno de los centros más importantes en nuestracosmovisión y pensamiento. Por lo que spisil ya yich’ o’taninel, “todo se corazona”. Por eso, este trabajo parte del yo’taninel snopel “corazonar el pensar” y “pensarlo desde el corazón”, como solemos decir los maya-tseltales. Así que este ejercicio de reflexión, interpretación y traducción de algunos conceptos que muestran nuestras aspiraciones de vida, emanan desde nuestro stalel o stalel jkulxjeltik con nuestro ya’yel snopel (sentir-pensar) y ya’yel sna’el (sentir-saber) de nuestro corazón y pensamiento profundo.

Comenzamos hace casi un katun (periodo de 20 años en el calendario maya) a sbentayel snopel p’ijil k’opetik—veredear conceptos—desde nuestra lengua y cultura, después de tener el “ch’ulel fuera de foco” y rebelarnos contra ciertos patrones culturales de nuestro propio pueblo (López Intzín 2010). En ese momento comenzamos a corazonarnos. Mientras una parte de los pueblos originarios de Chiapas, con ocasión del quinto centenario de la invasión y colonización española derrumbaban la estatua del invasor-colonizador Diego de Mazariegos—erigida frente al ex-convento de Santo Domingo en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas—nosotros iniciábamos un proceso de reflexión sobre nuestro talel—identidad y devenir. Es así cómo empezamos a veredear y serpentear en los pensamientos y palabras maya- tseltales, sin saber que estábamos caminando a eso que llaman “descolonización” aunque “…no lo llamábamos así, pero justamente lo estábamos haciendo…estábamos reflexionando nuestro lugar en el mundo y pensando qué papel queríamos jugar; qué estábamos haciendo para cambiar nuestras realidades, [a este acto] algunos le llamaban conciencia [o] compromiso político” (Méndez Torres 2011). Sin duda seguiremos veredeando y corazonando no sólo conceptos, sino nuevos sentidos de vida, de nuestro mundo, pensar, sentir, saber y actuar para una “ecología de saberes” (Santos 2009) y para:

Luchar por una doctrina y una práctica de la objetividad que favorezca la contestación, la deconstrucción, la construcción apasionada, las conexiones entrelazadas y que trate de transformar los sistemas de conocimiento y las maneras de mirar…[Y luchar] a favor de políticas y de epistemologías de la localización, del posicionamiento y de la situación… Los conocimientos situados requieren que el objeto del conocimiento sea representado como un actor y como un agente, no como una pantalla o terreno o un recurso, nunca como esclavo del amo que encierra la dialéctica en su autoría del conocimiento ‘objetivo’.” (Haraway, 1995: 329, 335-341).

Así en 1996 finalmente tuvimos la “revelación” de que no teníamos la vocación para “convertir a los impíos” y al mismo tiempo fungir el “doble papel” de liberar-colonizar espiritualmente a nuestro pueblo, y decidimos abandonar el camino de formación religiosa en el que estábamos (López Intzín 2010, 316). Sin querer, lo aparentemente ajeno nos estaba volviendo a nuestras raíces, “al alma del pueblo tseltal” (Kohler 2011).

Una vez que hicimos el acto de scha’ sujtesel o’tan—hacer volver el corazón al mundo-cosmos que estábamos olvidando, iniciamos el yo’taninel sbentayel snopel sp’ijil jol- o’tan[il]—corazonar y caminar reflexionando hacia la sabiduría de [la] mente-corazón—que implicaba e implica volver a escuchar y escudriñar el bats’il-k’op—palabra-lengua verdadera, nuestra lengua desde la infancia que guarda secretos y que espera momentos y tiempos de revelación desde adentro.

La revelación desde adentro a partir de “lo propio” implica des-aprender y re-aprender al mismo tiempo. Des-aprender ciertos conocimientos que desde la escuela o la religión impuesta—independientemente de la ideología—nos han hecho creer que existen verdades absolutas y conocimientos universales. Como consecuencia, desvalorizamos y negamos nuestros propios conocimientos y lo que somos. Re-aprender lo propio, veredear y serpentear hacia nuestras raíces profundas, hacia el conocimiento profundo, nos permite reencarnar nuestros saberes ancestrales nutridos por nuestros saberes actuales que nos conducen a buscar y exigir un diálogo “intercultural bidireccional o de doble vía” y romper las prácticas interculturales unidireccionales características de las sociedades asimétricas (Samaniego 2005), reflejo de la monoculturalidad y monolingüismo del conocimiento positivista.

En esta búsqueda y propuesta de diálogo de saberes, o diálogo “intercultural bidireccional o de doble vía”, nuestro sentipensar o corazonar sobre el ich’el ta muk’ y lekil kuxlejal parten de dos referentes cosmovisionales: el del mundo occidental-académico y el del mundo tseltal desde el stalel skuxlejal jts’umbaltik y nuestra lengua. Creemos y pensamos que sabemos cómo es la cultura y pensamiento kaxlan-occidental por inmersión y conocemos cómo es nuestro mundo maya tseltal por emersión, teniendo en cuenta que es necesario seguir profundizando en ello. Desde este ir y venir de los dos universos intentamos yo’taninel—corazonar y reflexionarlo desde la matriz del pensamiento maya tseltal, el O’tan-corazón—permitiéndonos con ello reconocer y aprender nuevos saberes pero también dar cuenta de saberes otros “sin necesariamente tener que omitir los anteriores y los propios” (Santos 2009,114). Por lo tanto, este ensayo también es un ejercicio de traducción-interpretación y una hermeneusis intercultural en el entendido de que conjugamos tanto el saber tseltal como el occidental para develar una concepción diferente del “mundo de la vida”. Estamos en búsqueda constante del “diálogo de saberes” desde lo inter- y translingüe e intercultural como un “proceso que permite crear inteligibilidad recíproca entre las experiencias del mundo, tanto las disponibles como las posibles” (Santos 2009, 136).

Nuestro veredear y el corazonamiento del stalel jkuxlejaltik, es decir nuestra tseltalidad, está por cumplir un katún. En este veredeo hemos estado en diferentes momentos y espacios que nos han permitido in-pensarnos para poder in-surgir con una in-versión de nuestro mundo. Desde la familia, la escuela, la comunidad, la fiesta, los encuentros con los compañeros zapatistas, las reflexiones en el CIDECI-UNITIERRA, el trabajo con niños en Melel Xojobal, en el colectivo Yip Sch’ulel Ko’tantik y en la Red de Artistas, Comunicadores Comunitarios y Antropólogas/os de Chiapas (RACCACH), hasta el trabajo cultural burocrático en el Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígenas (CELALI), han sido los lugares en donde hemos compartido jornadas de corazonamientos y que han sido enriquecedores.

Yo’taninel Ich’el ta muk’ sok lekil kuxlejal? ¿Corazonar el ich’el-ta-muk’ y lekil- kuxlejal?

Como aludimos en líneas anteriores para nosotros los maya tseltales el O’tan-corazón es un centro importante en nuestra cosmovisión y pensamiento. Todo se corazona. El pensar se corazona – yo’taninel snopel – y el hacer se corazona – yo’taninel spasel-smeltsanel. Así como se corazona el pensar y conocer, también se dice que el saber y conocer se sienten por lo que se piensa-siente o se siente-piensa con el corazón y la mente. Por eso también decimos yo’taninel ya’yel snopel-ya’yel sna’el. Si decimos y pensamos que se corazona el sentir-pensar y el sentir-saber, es por el stalel de nuestro kuxlejal y ts’umbal que empleamos tanto el corazón como la mente, el amor y la razón que nos conduce a la sabiduría-p’ijilal. Sentipensamos para sentisaber, por lo tanto somos “sentipensantes” (Fals Borda 2009) y nos volvemos “sentisapientes”. Así, la conjugación del corazón y la mente—el amor, la pasión y la razón, más que una dicotomía en disputa es una paridad que se complementa y que conforma la racionalidad maya-tseltal. Sentimos para pensar y pensamos para sentir. De tal modo que cualquier acto creativo pasa por la razón y cualquier racionalidad transita por el corazón y los sentimientos.

La presencia del O’tan(il)-corazón como centro y matriz del pensamiento maya-tseltal y lingüístico como refiere María Patricia Pérez Moreno, et. al. (2009), no sólo se puede encontrar en el habla cotidiano y en los saludos como podemos ver en algunas de las expresiones recurrentes en la vida cotidiana maya tseltal en donde aparece el O’tan en su forma poseída. Tenemos por ejemplo: bixi awo’tan (¿Qué dice tu corazón?); lekbal ay awo’tan (¿Está bien tu corazón?); mame xa mel awo’tan (Que no se ponga triste tu corazón); ma xch’ayat ta ko’tan (No te pierdo en mi corazón o no te olvido); kuxix ko’tan (Descansó o resucitó mi corazón); tse’el ko’tan yu’un ya kilbet asit (Ríe mi corazón porque veo tus ojos); k’uxat ta ko’tan (Dueles en mi corazón o te amo); yutsil ko’tantik (La bondad de nuestro corazón); ya jnop ta ko’tantik (Lo pensamos o meditamos con y en el corazón); a’yantaya ta awo’tan (Dialógalo en tu corazón); nopa sok ajol awo’tan (Piénsalo con tu cabeza y corazón). Por ejemplo, también podemos decir, según el stalel de una persona, “k’un yo’tan: suave su corazón, para definir a una persona frágil, tierna, pasiva, que llora fácilmente; mientras que su opuesto sería tulan yo’tan: corazón fuerte, que no se deja, que tiene un carácter indómito” (Pérez y Ramos 2009). Estas son algunas expresiones que podemos encontrar en el habla cotidiano maya-tseltal que nos muestra nuestra tseltalidad—stalel jts’umbaltik.

En otro contexto podemos hallar un saludo y discurso ceremonial denominado Pat O’tan. Este saludo-discurso ceremonial es empleado en Tenejapa por las autoridades civiles y religiosas en determinadas ceremonias, así como sucede en Bachajón, municipio de Chilón, Chiapas (véase Pérez 2008). El Pat O’tan dura entre una hasta cuatro horas, como ocurre con el Jtatik Marti en Tenejapa cuando hay cambio de autoridades o durante el inicio del ritual denominado Xch’akel a’tel, que se celebra  al principio y a mitad del año.

Algunas personas hacen uso del Pat O’tan para pedir novia. Jtatik Carmelino Encinos (2011) de la comunidad Emiliano Zapata, municipio de Yajalón, Chiapas dice al respecto:

En una ocasión vino a mi casa el papá de un muchacho para solicitar que vaya a pedir la esposa de su hijo. Que ya había ido con otros señores pero que no los habían recibido. Sí los había recibido el papá de la muchacha pero con una escopeta, que nadie podía entrar para convencer el corazón del señor. Entonces si era así para que iba, pero el papá del muchacho me convenció. Cuando llegamos a la casa del papá de la muchacha hice lo mismo cuando pedí la esposa de mis hijos…decir el Pat O’tan. Al poco rato me dijo [el padre de la muchacha] que ya era suficiente…Así sólo dije el Pat O’tan y digamos que fui a abrir la puerta para que el muchacho tuviera su mujer. Entonces el papá de la muchacha le gustó lo que dije porque le toqué el corazón – la jtabe yo’tan.    

Como vemos, las prácticas ceremoniales y rituales del Pat O’tan sirven para tocar y remover el corazón. Es un acto discursivo que envuelve y embriaga el O’tan,  quien posee la sabiduría y habilidad del Pat O’tan abraza el corazón del otro para lograr objetivos individuales o colectivos. El encanto y la magia de la palabra corazonada—sentipensada—surte efecto en el otro O’tan porque son palabras dirigidas de un O’tan a otro. Al principio se dirigen de manera frontal y después se abrazan y se envuelven desde detrás  del O’tan con cánticos y palabras floridas – nichimal k’op. Esta es una de las características fundamentales del Pat O’tan. Es un discurso que remueve, toca, sensibiliza y hace volver el corazón para terminar en un abrazo entre corazones.

El O’tan es un aspecto fundamental de nuestra tseltalidad – stalel jts’umbaltik sok jkuxlejaltik. También consideramos que no sólo los seres humanos y los animales tienen O’tan; todo lo que existe tiene O’tan, ch’ulel-alma-espíritu-conciencia y me’-madre-matriz. Estos son otros elementos que complementan la noción de ich’el ta muk’.

En varias comunidades de Tenejapa, por ejemplo, quince días antes de la celebración del K’in Ch’ulelal—fiesta de los espíritus o día de muertos—los miembros de la comunidad se organizan para matar reses. Mientras van por ellas, se comenta entre la gente que estos animales comienzan a llorar una vez que los sacan del sitio donde están. “Chikan te ay sch’ulele jajchix ta ok’el, ya sna’ ya’i te ya jmiltike—Se le nota que tiene ch’ulel, ya comenzó a llorar, siente-sabe que lo vamos a matar”, dicen. Otro episodio es el que nos contó Jtatik Carmelino (2011) cuando participó en un juego de machetes en el camino con un j-ak’ chamel (dador de enfermedad). Al acceder Jtatik Carmelino al juego con su machete, quedó maleado:

Al llegar a mi casa le dije a mi papá lo que había sucedido. Mi papá me regañó y quemó mi machete porque dijo que el corazón y espíritu del machete ya lo habían cambiado. Y luego teníamos [otro], ¡ah! pero cómo cortaba. Entonces lo que hizo mi papá fue echarlo al fuego. Así se amansaron su corazón y su ch’ulel, y dejó de cortar.

Esta concepeción no sería posible en la cosmovisión occidental, basada en la racionalidad científica, en donde el humano es el único ser con las facultades de sentir-saber-pensar. Aunque existen los mismos conceptos en otros grupos, estas cosmovisiones que son compartidas entre nosotros los tseltales son anuladas por la racionalidad en que se encuentran, ya que la ciencia positivista se ha dedicado a desmentir y fomentar nuevas y otras creencias basadas en la ciencia propia. De este modo, para la racionalidad occidental positivista lo nuestro es “magia”, “esoterismo”, “usos y costumbres”, “tradiciones”, “artesanía”, “creencias”, “brujería”, “medicina tradicional”, “chamanismo”, “exotismo”, etc. Al señalar esto no buscamos desacreditar el conocimiento científico ni acreditar lo “no científico”, como dice Santos (2009: 115). Más bien coincidimos con él en que hay que hacer uso de las herramientas de la racionalidad cientifica y contrarrestar su hegemonía imperante. Hay que visibilizar los saberes ocultados o negados por esta racionalidad hegemónica de la verdad científica objetiva y patriarcal, y otorgar un lugar y reconocer corazonalidades y racionalidades otras, en este caso las epistemologías propias de los pueblos mayas.

Sujtesel o’tan sok sjultesel ch’ulel (Hacer volver-regresar el corazón y despertar el ch’ulel)

Para el mundo maya tseltal todo tiene corazón y ch’ulel-alma-espíritu-conciencia. El ser humano, las plantas, los animales, los minerales, los cerros, los ríos y todo lo que existe en el universo tiene ch’ulel. Por lo tanto, todo tiene su propio lenguaje. Desde la visión maya tseltal, todo habla, siente, llora, y su corazón piensa.

Una primera acepción del ch’ulel es la parte anímica, en el entendido de que todo tiene algo que los mueve como la energía, el alma o espíritu también podría ser la voluntad y la razón. Nos hace ser autónomos. “Pasa te binti ya sk’an sok ya yal awo’tane… –Haz lo que quiera y diga tu corazón, en eso no puedo intervenir, para eso está llegando tu ch’ulel”, nos dicen. Pero este ch’ulel se refiere a los procesos de saber-conocer (aprendizaje) que nos llevan a la acción y no tanto de la parte anímica.

Sobre la existencia del ch’ulel en todo, Jtatik Alonso López (2010) comentó: “Ah todo tiene ch’ulel, no vayas a pensar que no sienten tu corazón, si tienes dos o dividido el corazón o tienes mucha histeria, coraje o envidia, también lo sienten. Se requiere estar en armonía con uno para estar en paz con todo y así buscar y logar la lekil kuxlejal-vida digna”.

El ch’ulel como uno de los elementos en el pensamiento y creencia de nuestros pueblos es fundamental para entender y comprender la existencia de todo lo demás que necesariamente se requiere hacer ejercicio del ich’el ta muk’. El ch’ulel es lo que hace posible que podamos percibirnos y comunicarnos entre los humanos y los otros seres. Hay que estar en armonía con uno y sólo así poder estar en paz con los demás y conseguir la lekil kuxlejal o vida digna.

Por ejemplo, hacemos mención de las enseñanzas que se nos dan sobre el cuidado de lo existente y sólo usar lo necesario. “No cortes árboles, mucho menos pequeños a menos que lo necesites. Si los cortas sin razón, llora su corazón, llora su ch’ulel y se queja con su guardián y te puede sancionar.” Lo mismo ocurre con los animales. “No rayes el rostro de la madre tierra, porque llora. Ya sk’an kich’tik ta muk’, melel spisil kuxul (Se requiere reconocerle su grandeza porque todo está con vida).”

A partir de esta concepción, existía un pacto de no-agresión entre los ch’ulelaletik (plural de ch’ulel) para estar en armonía y paz, ¿pero en qué momento se rompió ese pacto? Tiene mucho que ver con la agresión y monel jolenel que sufrieron nuestros pueblos hace 518 años y poco a poco se enraizaron en nuestro corazón otras racionalidades que hoy pensamos que son nuestras. Nos hemos apropiado mucho del stalel de otro ts’umbalil (el modo de ser de otra cultura) y que esto nos ha llevado ciegamente a formar parte del ejército de “la modernidad capitalista… que ha declarado la guerra a cada ecosistema del planeta… [por lo tanto] hay una colonialidad de la naturaleza en la modernidad que necesita ser desvelada” (Escobar 2010: 26).

La tarea no comenzaría con desvelar la otra mitad de la imagen, sino más bien con hacer volver nuestro corazón al cosmos que hemos olvidado, valorar nuestros saberes y reconocer “las prácticas ecológicas de la diferencia basadas-en-lugar”. Es decir, comienza con las prácticas de vida particulares de nuestros pueblos y de otros grupos humanos, a fin de que todo lo existente tenga ich’el ta muk’. Y eso es tarea de todas y todos como dice Georgina Méndez (2011):

Salvar el planeta, lograr el ich’el ta muk’ y el lekil kuxlejal, no sólo es responsabilidad de los pueblos, aunque allí se puedan encontrar respuestas a muchas preguntas. Es tarea de todos pue. Pensar que sólo los pueblos con sus prácticas salvan el planeta, es mucha responsabilidad de una muerte que no hemos causado. ¿Si la tarea de los mestizo-ladinos es salvarnos, nosotros salvamos el planeta, ellos nos salvan y a ellos quién los salva?

Sin duda es una necesidad de todos los grupos humanos realizar el acto de xcha’ sujtesel o’tan—hacer volver el corazón al cosmos-mundo que hemos olvidado, reconocer la grandeza de cada uno de los engranajes que componen el ecosistema. Por lo tanto, hay que ver al ser humano, los animales y las cosas en su “justa” dimensión, en donde en el acto de re-conocer se ejerce el Ich’el ta muk’, porque todos los componentes del ecosistema y el cosmos tienen ch’ulel y O’tan. Esta noción de la presencia del ch’ulel en todo lo existente sería el principio del ich’el-ta-muk’ para transitar hacia el lekil-kuxlejal.

El campo-espacio y el telar Loom

Compararemos el campo con un telar, el campo entendido como la comunidad, el pueblo y la sociedad donde se entretejen las relaciones socioculturales, políticas, económicas, ideológicas, religiosas y de saberes. Y muchas veces donde nos entretejen con la fuerza del poder proveniente de la asimetría y la hegemonía del ser-actuar-saber-decir-tener del dominador; mediante la constitución artificial de los ciudadanos (Samaniego 2005,13).

El campo como el telar es un lugar donde se hilvana la memoria y la historia, con los conocimientos ancestrales y actuales, con otros saberes y conocimientos otros. Algunos todavía vigentes, aunque trastocados, y otros olvidados por “la imposición normativa, jurídica e ideológica” (Samaniego 2005, 13). En el lenguaje cotidiano—el campo semántico en donde veredean las palabras originarias con su “humanismo olvidado”, se encuentran presentes valores y sabidurías. Es en este lenguaje en donde serpentea la trama de los significados primordiales del Ich’el ta muk’—el gran respeto o reconocer y tomar la grandeza de la otra-otro; del bats’ilk’op—la palabra verdadera que transforma y la palabra de los de abajo que interpela; del sk’op jol-o’tan[il]—la palabra de la mente y del corazón o el sentipensar; del sjultesel ch’ulel—hacer llegar la conciencia, volver la memoria, revivir el espíritu; del yip sch’ulel o’tan[il]—la fuerza del espíritu del corazón; del utsilal-lekilal—la bondad en abundancia; del lekil kuxlejal—la buena vida, lo mero bueno, la vida digna, plena y justa—o del lekil skuxintayel kuxinel—vivir buenamente, adecuada y en armonía la vida. Estos conceptos como valores también son el resultado de un proceso de construcción colectiva del conocimiento y del saber, de estar y vivir con su propia corazonalidad y su propia racionalidad.

Entre la lekil-kuxlejal y el monel-k’ajtesel, jelonel y kolelal: acostumbramiento, domesticación, entrenamiento, cambio y liberación

El monel-k’ajtesel tiene varias acepciones como muchas otras palabras. Va desde entretener para distraer la atención de alguien, hacer olvidar el corazón – ch’ay o’tan – y hacer perder la conciencia – baen sch’ulel. Por ejemplo cuando decimos: chayem yo’tan sok baen sch’ulel ta monel-k’ajtesel alal ta nop jun (Está perdido su corazón y está ida su conciencia en el entretenimiento para ser acostumbrado o entrenado el niño en aprender a leer). Esto se relaciona con una acción concreta del niño al que están “instruyendo” y que se está concentrado en la enseñanza. Como sabemos, la acción de entrenar o educar implica un proceso paulatino de transformación o cambio en la persona.

Así escuchamos, por ejemplo, el discurso del Jtatik Antonio Intzín (2009), Ts’unojel-sembrador de vida y guía ritual de Tenejapa, a los jóvenes escolares:

Estamos en agonía, estamos viendo que cambia el corazón de las hijas-hijos que crecen, que no toman en cuenta su grandeza, ya no saben recibir con grandeza a los demás porque dicen que ya sólo tienen derechos. Pareciera como si ya no tuvieran espíritu-ch’ulel, se ha vuelto piedra su corazón. Está bien que salgan, les abriría la mente pero dejan de ver lo nuestro. Así nos estamos transformando, no vayas a pensar que está haciendo buena nuestra vida, no porque es muy otro lo que están estérilmente aprendiendo.

Jtatik Antonio Intzín comenta lo anterior a partir de los cambios que observa en el corazón y espíritu de los jóvenes, visible en sus actitudes y comportamientos. Él no se opone a que los jóvenes salgan de su pueblo y estudien en otros lados, pues él supone que salir de la comunidad les abre la mente al conocer otros mundos. Pero para él, lo que les enseñan es estéril porque no produce ni reproduce el stalel jkuxlejaltik de nuestro ts’umbal, es decir, los hábitos o costumbres, pensamientos, filosofías de vida y del corazón de nosotras/os las/os tseltales de Tenejapa – nuestra tseltalidad como él la concibe. Y remata diciendo: “Hablan de sus derechos y hacen casi de todo, menos eso, el ich’el ta muk’”.

Lo que plantea Jtatik Antonio Intzín, es un ejemplo de que lo que se aprende en otros espacios se trasmite desde un solo punto de vista, es decir desde la “monodirecionalidad… característica de las sociedades asimétricas” en donde los dominados reprdocucen los referentes o códigos socioculturales de su dominador, mientras que estos no necesitan reproducirlos (Samaniego 2005, 5).

La expresión del Jtatik Jts’unojel “se ha vuelto piedra su corazón” – tonoben yo’tanik – se refería a que aparentemente a los jóvenes de hoy a quienes nada les importa y nada les duele y que caminan como autómatas. En este mismo sentido nos comentó Jme’tik Rosa López (2010), cuando le preguntamos qué pensaba su corazón respecto a que su hijo había dejado de estudiar y ella respondió:

No sabemos qué le pasa a mi hijo, cuando salió de su otra enseñanza dijo que quería ir allá arriba [a una escuela autónoma zapatsita], pero sólo quince días duró. Se salió, no le dio importancia aprender a pensar y que le hagan llegar su ch’ulel-conciencia. Y ya le dije: ¿Por qué no quieres que te hagan llegar tu ch’ulel, que no ves que vivimos momentos dolorosos? “Y cómo es que no siento ese dolor”, me respondió.

Por lo que dicen Jtatik Antonio y la Jme’tik Rosa, podríamos inferir que los jóvenes no sólo están reproduciendo patrones o referentes culturales de su dominador y un stalel hegemónico, sino que tienen interiorizada una dominación que quizá hasta ya la tienen racionalizada arrogantemente y que “se imagina(n) incondicionalmente libre(s)” (Santos 2009,101). Mientras tanto, la mamá se resiste, aferrándose a su identidad frente a una coexistencia forzada (op.cit. 2005). Ante esta aseveración sobre el hijo, la Jme’tik Rosa nos comentó que en realidad estan viviendo momentos de dolor y agonía que pocos jóvenes ven. Son pocos los que no están cegados por las cosas malas que llegan desde fuera. El reto sería combatir esas cosas de fuera y transformar las que sean necesarias desde adentro.

Por eso en nuestra lucha, en nuestra organización tenemos que transformar cosas, si nuestro modo de vida o costumbre es malo hay que hacerlo bueno, es necesario el cambio porque todas y todos tenemos ch’ulel, la mujer, el hombre, las hijas-hijos y todo lo que existe. Sabiendo eso podemos vivir parejo y encontraremos la vida plena y digna – lekil kuxlejal (Rosa López, 2010).

Ante la “indolencia de la razón” imperante que ha permeado el ch’ulel, también dice Jme’tik Rosa que hay que desacostumbrarse a lo que estamos de por sí acostumbrados a hacer, vivir y decir – ya sk’an ya jel jk’aemaltik. “La tarea es transformarnos; ése es nuestro destino”, dice.

Hacer llegar o despertar el ch’ulel desde el komon a’tel-trabajo común

Corazonando y sentipensando con la Jme’tik Rosa, catequista en algún momento y en otro tiempo promotora de salud comunitaria, nos siguió hablando del k’ajtesel-jelonel, es decir, del acostumbramiento o domesticación y cambio. De esto comentó:

El acostumbramiento a que nos han tenido desde hace muchos años y ese cambio que hemos sufrido como mujeres y hombres, ha traspasado nuestros huesos, está muy metido hasta en nuestras médulas. Incluso nuestro ch’ulel está agachado, así nos parieron también nuestros madres-padres, pero todo esto mucho tiene que ver desde que llegaron los kaxlanetik-castellanos. Nos transformaron. Por eso creemos que los cambios son necesarios y eso se hace luchando. La lucha está en todas partes, la tenemos que hacer fuera y dentro de la casa, empezar con los hijos. Si dice el muchacho: mamá quiero pozol y nosotras como madres les decimos: hijito allí está la masa, tienes tus manos y tus ojos, prepáralo. Así vamos cambiando poco a poco el mundo. La lucha por fuera es que tenemos que decirle al mal gobierno y los ricos que tienen que cambiar, que tiene que haber justicia-respeto-Ich’el ta muk’. Que no escucha o no quiere cambiar, el pueblo sabe cómo. Cuesta trabajo pero se puede (Rosa López 2010).

Siguiendo en este tono la Jme’tik Rosa dice:

Es necesario respetarnos – ya sk’an kich’ bajtik ta muk’, tomar en cuenta la grandeza de cada quien – ich’el ta muk’ ta stulutul, que se acabe la opresión, la discriminación, el desprecio y que no nos estén probando el corazón para ver cuanta paciencia y resistencia hay. Pero todo esto, debe comenzar a vivirse en casa, con los vecinos que están adelante, los que están atrás y con los de al lado. Y a la medida que entre a su oído, a su corazón y entienda el mal gobierno y comience verdaderamente a respetarnos – ya yich’otik ta muk’, tomarnos en cuenta y apreciar nuestras grandezas estaríamos caminando hacia la construcción de un vida digna y plena, la lekil kuxlejal (Rosa López 2010).

El no-respeto, no-reconocimiento a la grandeza del otro-otra en la sociedad y en el entorno familiar y comunitario; la buena voluntad y actuar de quienes gobiernan, obstaculizan el caminar hacia el lekil kuxlejal. Como dice Jtatik Alonso López despertar el otro ch’ulel de mujeres y hombres para que se emancipen, es una necesidad: “…es muy importante despertar nuestro ch’ulel, porque en verdad la vida es dura, si no nos damos cuenta de que hay engaño y acostumbramiento entonces no se va volver bueno el vivir – ma’yuk lekil kuxinel”.

Por otro lado, la Jme’tik María Intzín (2010) nos habla de la necesidad de trabajar de manera conjunta en el proceso de despertar el ch’ulel, entre mujeres y hombres para construir el lekil kuxlejal:

Es necesario que nos respetemos – yakuk jech ich’ bajtik ta muk’, que nos dolamos y nos traspasemos en el corazón – k’uxuk ya ka’ibajtik ta ko’tantik, si a la mujer aún no le ha llegado su ch’ulel, se requiere que el hombre le despierte a su esposa ch’ulel, si al hombre aún no le ha llegado, que la esposa lo haga, porque el trabajo que se necesita para hacer buena nuestra vida – slekubtesel jkuxlejaltik – con nuestro pueblo, no es un trabajo individual, se hace de dos en dos, de tal modo que así está completo nuestro vivir – jkuxlejaltik, así hay fortaleza al caminar, porque si sólo una persona trabaja para buscar el lekil kuxlejal – el vivir bueno, pleno y digno, es como si estuviera cojo y manco.

Con lo que dice la Jme’tik María, es responsabilidad tanto de la mujer como del hombre despertarse y hacerse llegar el ch’ulel. No basta entonces que el ch’ulel, la parte anímica que dinamiza e incluso gobierna la vida de todo lo que existe y que es parte de lo sagrado, esté allí presente. Es necesario que la memoria-ch’ulel-conciencia, ese constructo social en donde cada individuo mediante su interacción con el mundo que le rodea se despierte y se emancipe día a día a través de todos los sentidos. Esta es la otra dimensión del ch’ulel como un proceso de despertar y actuar de los sujetos colectivos que pueden hacer que la historia sea de otro modo.

Tanto la Jme’tik Rosa como la Jme’tik María, después de la cátedra que nos dieron sobre su punto de vista del Ich’el ta muk’, acerca del trabajo colectivo necesario para despertar el ch’ulel,nos hablaron también de la invasión y exterminio que padecieron las primeras naciones, es decir, nuestros pueblos. Sabemos que con el nuevo orden mundial y la expansión que vivía Europa (especialmente España, Portugal, Francia, Gran Bretaña y Holanda) conquistaron e invadieron territorios de las primeras naciones como una salida a la crisis que vivían. Expansión territorial, económica, política y religiosa fueron las características de las invasiones militares que sufrieron los pueblos para que el viejo mundo se pudiera rejuvenecer extrayendo las riquezas de los pueblos que invadía: “Las Américas hicieron que Europa viviera en un lujo extremo” (Wolf 2005, 140).

La invasión y colonización que sufrieron los pueblos de nuestro continente trastocó y sometió los sistemas de gobierno y religión que existían, así como los modos de intercambio de productos que se hacían y que partían de otras lógicas. También trajo consigo la domesticación-colonización de las mentes, de los corazones y del ch’ulel de los pueblos desde diferentes esferas: la política, los sistemas de organización, la educación y la religión, entre otras. Pese a ello, subsisten valores y conocimientos que están encriptados en nuestro lenguaje cotidiano y prácticas de vida que esperan ser redescubiertos.

El sojuzgamiento que hemos vivido, las políticas incorporacionistas y asimilacionistas que se han implementado contra nuestros pueblos, han modificado nuestro esquema de pensamiento y hemos asimilado modos de vida nacionales de corte occidental; por ejemplo, dando preeminencia a lo individual frente a lo colectivo. A pesar de todo, el ch’ulel colonizado y domesticado suele ser la montaña donde yace el corazón del fuego que en ciertos momentos de la historia, se deja saber y sentir con la lava de su fuerza. Esta resistencia activa y acumulada a lo largo de 519 años, en el caso mexicano, se dejó sentir, ver, saber y pensar otra vez en 1994 con el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que exigía ich’el ta muk’ para una lekil kuxlejal mediante el reconocimiento y respeto real a los pueblos, y el establecimiento de un nuevo pacto social y una nueva relación entre los pueblos y el Estado.

El ich’el ta muk’ como un acto colectivo de sentir-saber y sentir-pensar decolonial

En este apartado comenzamos haciendo alusión a la necesidad de oxigenar las prácticas académicas, en el entendido de que “poder” hacer las cosas de otro modo muchas veces es un aprendizaje no tan agradable—sobre todo si viene de la necesidad de transformar las prácticas colonizadoras-colonizadas de una de las partes que están en el campo de juego. Tanto el sujeto académico que investiga como el pueblo investigado suele tener sus prácticas de cómo preguntarse las cosas y resolverlas de acuerdo a sus necesidades. Dichas prácticas generan sin duda tensiones, aunque después se pueda llegar a una simbiosis en el transcurso del komon a’tel—trabajo conjunto—y del komon sna’el snopel—saber-pensar colectivo.

La antropología y otras disciplinas, así como sus practicantes, han perfeccionado sus metodologías para penetrarse, más que en la realidad de los sujetos investigados, en su corazón y su ch’ulel, mediante la participación activa. Dicho de otro modo, nuestros pueblos ahora participan en los actos investigativos de manera colectiva. ¿Cómo entonces el ich’el ta muk’—ese reconocimiento de la grandeza de los sujetos—puede ser un acto liberador y no un instrumento para perpetuar la colonización? Al respecto podemos decir que mientras realicé una estancia de trabajo de campo en una comunidad de Yajalón (Chiapas) en el mes de julio de 2011, allí me comentó un integrante de la comunidad algo que me dejó perplejo:

Parece que nos toman en cuenta, pareciera que hay ich’el ta muk’, pero ese ich’el ta muk’ que toman en cuenta nuestra palabra se vuelve en nuestra contra. Sin darnos cuenta estamos dando información valiosa. Entonces ese participar como comunidad en lo que vienen a hacer los que preguntan mucho, que al parecer están muy interesados en compartir nuestra comida, nuestra casa y se dedican a trabajar con nosotros en la milpa, que es donde sacan mucha información porque les empezamos a contar todo. Y entonces creo que puede ser parte de la guerra, nos estudian sin darnos cuenta y luego nos matan. Usan a nuestros compas y hermanos para sacar información. La palabra que sacan de la comunidad es como el chisme, va de boca en boca, de mano en mano, llega a donde tiene que llegar y después regresa esa palabra disfrazada en programas que nos dividen o de plano llegan con armas para matarnos (comunicación personal con Compa, julio de 2011).

Esta aseveración del Compa, como prefirió llamarse, me recordó el siguiente pasaje de Vogel en el prefacio al libro El crisantemo y la espada de la antropóloga Ruth Benedict:

Recuerdo que algunos de aquellos informadores me explicaban cómo se sentían después de hablar con ella día tras día, a la hora de comer. Admiraban la minuciosidad de sus preguntas pero les atemorizaba el acusado empeño de Benedict en profundizar en todos los aspectos relacionados con sus sentimientos y experiencias. Tenían la impresión de que ella quería escuchar, una y otra vez, hasta el más mínimo detalle que ellos pudieran rememorar. Recordaban el agotamiento y el alivio que sentían cuando los dejaban marcharse al final de la comida (Vogel citado por Benedict 2003, 8).

Estos dos pasajes nos invitaron a cuestionar para quién escribir, para quién investigar y cómo el conocimiento del stalel e ich’el ta muk’ puede ser usado como un instrumento para fines macabros o fortalecer un pensamiento. El doble papel que ha jugado la antropología continuará, por una parte, al servicio del imperialismo y, por la otra, buscando incidir en el pueblo, en los de abajo, desde el “activismo político académico” y con un “¡Ya basta! epistémico” (Leyva 2011). Estos dos últimos contribuyen a la emancipación de los sujetos y a la descolonización (lingüística) que oxigena las lenguas generando nuevos conceptos, o recuperando aquellos que han caído en desuso.

Sobre la liberación y oxigenación de nuestras propias lenguas como reflejo de nuestra mente y corazón “emancipados”, cito por ejemplo la traducción de los Acuerdos de San Andrés (en adelante los Acuerdos) a diez lenguas indígenas de Chiapas. Enrique Pérez López, entonces y actual director del Centro Estatal de Lenguas, Arte y Literatura Indígenas (CELALI) consideró que la traducción fue:

‘Una explosión del pensamiento indígena’ y que nuestras lenguas se están oxigenando. Con estas traducciones de los acuerdos de San Andrés se detuvo la perpetuación de las ‘lenguas dominadas’. Pero es una bocanada nada más. Necesitamos respirar todo el tiempo. Ya saboreamos este trabajo y pusimos en aprietos a los antropólogos, que nos quisieron corregir. Pero esta vez no les hemos dado la razón (Citado por Bellinghausen 2003).

Esta declaración se dio una vez que la primera versión presentada se había desechado, porque no sólo se efectuó desde el escritorio y en la soledad del traductor, sino que las palabras y los conceptos centrales de los Acuerdos—libre determinación y autonomía, nuevo pacto social, democracia, derechos, culturas indígenas, etcétera—no estaban del todo bien traducidos. Además la traducción era deficiente porque en el documento traducido a las lenguas mayas y zoque se seguía reflejando la dominación colonial. Por ejemplo, el término gobierno se tradujo al tseltal como ajwalil, “el gran padre”, “dueño”, “señor”, “amo” y “dios”. Lo mismo había ocurrido en las otras lenguas que reflejaban una condición de dominación y “alienación” lingüística y cultural de siglos. Por lo tanto había que superar algunos retos como señaló Aubry:

El de las circunstancias coloniales sufridas por nuestras lenguas, congeladas 500 años por ser socialmente rechazadas, afortunadamente sin conseguir que se extinguieran. En su escabrosa supervivencia no pudieron forjar, a diferencia del español, los neologismos que nombraran nuevas realidades sociales, económicas, políticas, jurídicas, federales, democráticas, etcétera, que iban emergiendo (no existen las palabras aquí en cursivas en los idiomas nativos) (Aubry 2003).

Andres Aubry’s acute perception allowed him to realize that “federal government” had been translated into all languages as “supreme master,” or muk’ul ajwalil in Tseltal. As a result, we embarked on a different process of translation that would yield different results:

El camino escogido fue presentar lo que los doctos llaman las circunstancias de producción del texto a traducir. Los videos y audios nos hicieron revivir noches y días de San Andrés: escuchamos las conferencias de prensa dadas en tzotzil por el comandante David, las protestas de la comandante Trini, los análisis del comandanteTacho; miramos en la pantalla el cansancio y el aguante de los campesinos del cinturón de paz, los rostros de celebridades nacionales e internacionales de la sociedad civil bajo la lluvia o el frío de las heladas; después, el texto hablaba solo, por sí mismo (Aubry 2003).

El ach’ sbehelal stalel a’tel o nuevo modo de trabajar que fue el komon a’tel y el komon spasel-snopel—trabajo común y el hacer-pensar colectivo—consistió en sesiones de talleres para poner en diálogo distintos saberes sobre los conceptos importantes de los Acuerdos. Las sesiones de videopoyecciones sobre la guerra y el proceso de negociación de los Acuerdos, así como una sesión de trabajo con el Dr. Raymundo Sánchez Barraza del CIDECI-UNITIERRA, fueron torales para acercarse y entender el documento en cuestión y posteriormente ir a la milpa.

Compartir y cosechar las palabras

Como decía Don Andrés Aubry que la milpa y la academia no son iguales y que los académicos, cuando llevan a cabo un trabajo con los campesinos, deberían ser más humildes y conocer el campo de la milpa porque es donde se cosechan las palabras y conceptos (Aubry, comunicación personal). Así que había que ir al campo.

A la luz de esta experiencia, todos entendieron que lo que no se sabe traducir no se busca en un diccionario; que un texto que fue peleado, discutido, consensado no se entiende desde el escritorio, sino desde allí donde brotó. Un texto político […] exige que el traductor se politice. ¿Dónde y cómo? En las situaciones de la vida colectiva en las cuales se forja el vocabulario político, por ejemplo, en las deliberaciones de una asamblea comunitaria. Entonces, los traductores tuvieron que dejar su mesa de trabajo, regresar a sus pueblos con libreta y lápiz para apuntar, detectar, pepenar, rescatar o cosechar el vocabulario que les hacía falta. Así nació el segundo borrador de nuestras traducciones (Aubry 2003).

Así que había que ir a los pueblos para escuchar la palabra de su corazón sobre el trabajo realizado, a ver si estaban de acuerdo con la traducción y si se entendía. En muchos casos la prueba se pasó, pero en otros se recibieron reproches y correcciones, como cuando un tatik-anciano nos dijo sobre las prácticas caciquiles y coloniales que denotaba el vocablo ajwalil, por lo que en los Acuerdos había que denominar al gobierno como servidor del pueblo y no como el “gran amo”. Los otros conceptos, por mencionar solo algunos, eran derechos y justicia; para estos dos términos se dijo que no había que inventar nuevas palabras y que el ich’el ta muk’ era el concepto idóneo.

El ir y venir, el estar fuera de las comunidades traduciendo los Acuerdos y al mismo tiempo pensando adentro, desde nuestras lenguas, nos remitió a muchas vivencias comunitarias y efectuó un retorno a nuestras raíces culturales. Fue un proceso de hacer volver el corazón, de actos reales de descolonizarse.

Para descolonizarse en ese proceso había que dar una lucha, como decía Jorge Pérez Hernández, traductor mam:

[Se ha] iniciado una lucha a través de las palabras. Aprendemos nuevas formas de concientizar a nuestros pueblos. La gente está dominada. Tienen venda en los ojos. Con este método [ir a la comunidad, cosechar las palabras como un acto del ich’el ta muk’], los acuerdos de San Andrés están despertando a la gente (citado por Bellinghausen 2003).

El “trabajo dialógico” y el “pensamiento crítico” y “a contrapelo” que siempre fue característico de Aubry (para conocer más sobre estos aspectos véase Leyva y Mora, 2011) hizo que nuestro corazón volviera – xcha’ sujtesel o’tan – a una práctica que normalmente olvidamos cuando nos desterritorializamos. Abandonamos nuestro terruño, somos errantes en otras tierras o campos (la política, burocracia, la academia, etc.) y pocas veces nos detenemos a reflexionar si podemos hacer las cosas de otro modo, incluso a pensar de otra manera.

Con el aparente ach’ sbehelal stalel a’tel que se implementó en el proceso de traducción y consulta, recuperamos un modo de trabajar que habíamos olvidado. Como bien decía Aubry, en otro espacio de reflexión, con su tono característico: “Nononono, han olvidado su modo de trabajar y pensar en colectivo, hay que recuperar ese espíritu. Recuerden que nadie salva a nadie pero entre todos podemos hacer las cosas y salvarnos, liberarnos. Hay que liberar el corazón, la mente, el ch’ulel que se despierte otra vez” (comunicación personal). Por lo menos durante el proceso de traducción se retomó el espíritu del komon spasel-smeltsanel a’tel y del kokon snopel-sna’el, es decir, el hacer-construir trabajo en colectivo y pensar-saber en común, como una vuelta del corazón – O’tan – al ich’el ta muk’ y a la construcción de la lekil kuxlejal.

Comentarios finales

In-pensar para tener una in-versión de nuestro mundo-cosmos, partiendo de las experiencias de vida desde conceptos propios de nuestras lenguas, en este caso el maya tseltal, es un andar hacia la descolonización de nuestros corazones, mentes, actitudes y ch’ulel. Asimismo, es romper con la “hegemonía” del saber occidental positivista y la subyugación lingüística de nuestros pueblos. Para quienes somos de pueblos originarios y aun hablamos nuestras lenguas ancestrales, es un reto visibilizar conceptos de vida, nuevos paradigmas que aunque siempre han estado allí, no los hemos tomado en cuenta porque hemos sido deslumbrados por el espejismo de conceptos occidentales desde los cuales pretendemos entender nuestros mundos.

Partir de conceptos propios para visibilizar un sistema de pensamiento diferente a la racionalidad occidental positivista es una posibilidad de dialogar con los otros saberes en la academia, espacio que, como pueblos originarios, también puede y debe ser nuestro campo de batalla. La arena académica, el otro frente del poder hegemónico, no sólo ha encubierto los conocimientos ancestrales, sino que también los ha instrumentalizado para perpetuar la dominación y la domesticación de nuestro ch’ulel de manera sutil o “salvaje” mediante el moderno sistema capitalista.

En este andar corazonando conceptos—que se suma a la larga lucha de nuestros pueblos en esferas políticas, económicas, religiosas, y recientemente en los campos de la literatura, la fotografía, la pintura, la radio, la música, el video y el cine, orquestada por un movimiento cultural maya y zoque— también se encuentran otros diques. Frente al neocolonialismo hegemónico del pensamiento, colocamos nuestro ecosistema de saberes y conocimientos como pueblos originarios, sustentado por paradigmas propios.

Es así como hemos compartido nuestras reflexiones y corazomanientos, partiendo de nuestra propia tseltalidad sobre el ich’el ta muk’, que consideramos parte medular para caminar hacia el lekil kuxlejal (vida plena y digna) en el gran arco de la vida social, humanitaria y planetaria. Esta díada de conceptos filosóficos de vida no serían posibles de entender dentro y fuera de la racionalidad y corazonalidad desde donde parten, si no hiciéramos un ejercicio de desgarrar las vestiduras de la racionalidad de un conocimiento indolente que nos ha envuelto con su encanto.

Por otro lado, si no tomamos en cuenta los elementos torales del “arco” de nuestro sentir-pensar y sentir-saber de nuestro ser-estar en el cosmos, como la presencia del ch’ulel y O’tan de todo lo existente, y no reconocemos los procesos del monel k’ajtesel, que poco a poco se han arraigado en nuestro O’tan y ch’ulel, estaremos alimentando al “ángel de la muerte”, que desde hace mucho ronda bebiendo la sangre de nuestros pueblos.

Para ello es fundamental considerar su importancia el acto de scha’ sujtesol ko’tantik al cosmos olvidado en donde está la potencia del ich’el ta muk’ y lekil kuxlejal para esta humanidad en crisis. De este modo, el desafío a “la razón indolente” (Boaventura 2009) es nuestro propio desafío, nuestra propia confrontación, porque nos ha envuelto. La crisis que estamos sufriendo actualmente nos invita a buscar nuevos sentidos de la vida y de nuestra propia humanidad—una racionalidad corazonada, o mejor dicho, una corazonalidad razonada y sentipensada. El pensamiento y la palabra re-in-surgidos desde los pueblos son solo algunas posibilidades, pero nos pueden invitar a realizar una inmersión profunda en las diversas constelaciones para in-surgir con la palabra verdadera, el bats’il k’op de todas las racionalidades que transformarán este mundo.

Sin duda, algunos saberes occidentales sirven y otros habrá que cuestionarlos en el nuevo campo-telar y entramado de saberes que siempre han estado allí pero que han in-surgido en los últimos tiempos desde la voz de los y las “sin voz” con su filosofía y ética de vida, su memoria e historia. Desde las otras lógicas, desde el ser-sentir-actuar-saber-decir-tener-poder y fortaleza de los de abajo del abajo engendrando su propia emancipación.

Si se reconocen como válidas otras racionalidades y la “racionalidad indolente” quiere dialogar con ellas desde el “intersaber” y la doble vía de la interculturalidad, como sostiene Samaniego (2005), sólo así se estaría caminando desde el ich’el ta muk’ como un modo de hacer “justicia cognitiva”, social, cultural, lingüística, ecológica y planetaria.

Toca seguir corazonando, sentipensando. Toca continuar veredeando en el stalel jkuxlejaltik de nuestro ts’umbal tseltal desde la in-versión de nuestro mundo in-pensado.

Nuestra apuesta es sbentayel yo’taninel snopel sna’el sp’ijol jol-o’taniletike (caminar y corazonar la sabiduría de las mentes y corazones) desde el komon spasel-smeltsanel sok komon sbelaltesel sna’el-snopel (hacer y construir común y encaminar el saber-pensar colectivo), para poder construir el sp’ijil o’tan—sabiduría del corazón—en este tiempo de la diáspora de nuestra tseltalidad. Para poder ir más allá, para que sirva como una propuesta teórico-metodológica que permita reconocer y dialogar los saberes otros y diferentes sobre la posibilidad de restaurar el paraíso terrenal perdido. Para recuperar y compartir el bien-estar-vivir de los pueblos del Abya-Yala, el ich’el ta muk’ y el lekil kuxlejal. Esto supone una verdadera y real descolonización de nuestros corazones, de nuestro sentipensar, sentisaber y corazonar; supone la refundación de las bases de la humanidad y del conocimiento hegemónico que está en crisis por su mono-racionalidad hegemónica.

Obras Citadas

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Endnotes

    Works Cited