El ch’ulel-multiverso y la intersubjetividad en el stalel maya tseltal

Mural detail at La 72 Hogar – Refugio para personas migrantes. Tenosique, Tabasco, México. Photo by Diana Taylor. 

Mural detail at La 72 Hogar – Refugio para personas migrantes. Tenosique, Tabasco, México. Photo by Diana Taylor. 

Para comenzar a tejer el presente texto, recordamos un pasaje del libro sagrado de los mayas k’iche’ cuyo contenido es compartido por otros pueblos originarios, especialmente mayas. En estos pueblos podemos encontrar fragmentos o relatos enteros descritos en el Popol Wuj sobre cómo se piensa, se siente, se sabe, se conoce, se recuerda y se ve el mundo-universo, o como llamamos a todo eso en maya-tseltal, sna’el k’inal.

Uno de los relatos que podemos hallar en este libro es la destrucción de una generación de seres humanos que han existido en el Balumil-Mundo. Estos humanos hechos de madera fueron aniquilados porque se olvidaron de sus Formadores y Creadores, y éstos les arrojaron trementina desde el cielo. Ellos también se olvidaron de la existencia de otros seres y les faltaron el respeto, así que en el proceso de la aniquilación de los semi-humanos también intervinieron otros seres—como animales y objetos—que habían sido maltratados por estos humanos de madera. Sobre la participación de los objetos y animales el Popol Wuj dice:

Hablaron todas sus tinajas, sus comales; sus platos; sus ollas; su nixtamal; sus piedras de moler. […] — Nos provocaste mucho daño, nos mordiste, ahora serán ustedes los mordidos, les dijeron sus perros y sus chompipes. Sus piedras de moler dijeron: –En nuestra cara ustedes molían todos los días, día tras día; al anochecer, al amanecer; siempre joli, joli, juk’i, juk’i sobre nuestras caras […] ahora probarán nuestras fuerzas, los moleremos y haremos polvo sus cuerpos (Popol Wuj, 17-18).

En la desesperación de los humanos de madera por salvar sus vidas, quisieron subir a sus casas pero éstas se cayeron, fueron rechazados por los árboles al querer subir sobre ellos, las cuevas se cerraron cuando querían refugiarse en su interior (p. 19). Como se puede ver, intervinieron tanto los Formadores y Creadores como otras entidades con voluntad propia para que esta clase de humanos desapareciera y se diera paso a una nueva generación de mujeres y hombres con conciencia, conocimiento, corazón y ch’ulel.

El pasaje citado en líneas anteriores nos hace pensar y preguntarnos: ¿Cómo las cosas y animales pudieron hablar? ¿Cómo pudieron tener entendimiento y cómo pudieron actuar de ese modo? En el pensamiento occidental hegemónico, los animales no hablan, y mucho menos los objetos tienen  entendimiento. Según este pensamiento, solamente el ser humano tiene la capacidad de hablar, ya que es el único ser con lenguaje y entendimiento. Sin embargo, esa visión del mundo “no es la única, ni es universal” (Lenkersdorf 1999, 21). Como nos muestra el Popol Wuj, existen otras maneras de pensar que en la actualidad están vigentes en los pueblos mayas. La vigencia de estos pensamientos relativiza la luz cosmovisional hegemónica del mundo en que vivimos y que nos ha cegado, esa visión que parece única, invariable, la única verdad encarnada en los individuos. Y al confrontar esta visión única y hegemónica impuesta sobre el mundo, podemos ver otros matices, pliegues y contornos del universo y las otras maneras de pensar que antes pasaban desapercibidas. 

Lo que se comparte a grosso modo en este texto forma parte de esas otras visiones, pensamientos y modos de ser-estar o stalel distintos en el mundo, que muestran un yan sna’el k’inal (otro modo de conocer-saber-recordar el universo). Compartir y exteriorizar un yan sna’el k’inal también es desencubrir un sistema de conocimientos y una episteme cuya matricialidad está en el o’tan o corazón. Desde esta episteme, el sna’el k’inal es un proceso de ya’yel snopel y ya’yel sna’el—es decir, un sentir-pensar y un sentir-saber nuestros, en donde la mente y el corazón se conjugan e interactúan porque el sentir se piensa y el pensar se siente. Mente y corazón no se divorcian.

Para comprender este entramado, el primer aspecto que desarrollaré es sobre el stalel, que nos ayudará a sumergirnos en el yan sna’el k’inal; posteriormente hablaré del ch’ulel como co-esencia y potencia en todos los seres vivientes, y al final haré unos comentarios para seguir explorando el ya’yel-snopel yel ya’yel-sna’el, otro sentir-pensar y otro sentir-saber.

El stalel como modos de ser-estar-pensar-sentir, actuar y conocer-saber el mundo

Entre los pueblos tseltales de Chiapas, es usado con frecuencia el vocablo stalel para referirse a varios aspectos del mundo de vida tseltal. Por ejemplo, si a este stalel le añadimos kuxlejal, con esta díada de palabras, stalel kuxlejal,estamos aludiendo al advenir de nuestra vida y a una manera ser-estar-actuar-pensar-sentir-ver el mundo. Así de manera frecuente se dice: Ja’ jich stalel jkuxlejaltik, “así es nuestro advenir” o “así es nuestro modo de vida”. Pero el stalel solo también hace referencia al modo de vivir la vida – xkuxinel kuxlejal – y al modo de ser, actuar, ver, pensar, reír, percibir, interactuar y nombrar el mundo.

Otro sentido del stalel puede entenderse como las cosas que hicieron las Me’il-Tatil, Madres-Padres o ancestros, y que hay que seguirlas haciendo “tal cual ellas las hicieron”. Se prefiere decir en tiempo presente ja’ jich stalel jMe-jTatik, “así es el modo de ser de nuestras Madres-Padres”. O se dice que “así fue enseñado por los ancestros” para explicar el modo de hacer algo o decir y saber sobre un tema, o para justificar el no-cambio en la ejecución de alguna cosa, o en conductas personales que no deberían modificarse. Aunque siempre se dan modificaciones, al mismo tiempo se actualiza, reactualiza y se vuelve a referenciar un stalel de antes, instituido por los Me’il-Tatil diciendo ja’ jich skostumbre te jme’ jtatike, “así es la costumbre de nuestras madres y nuestros padres”.

De tal modo que el stalel es el continuum de las Me’il-Tatil, una especie de “conciencia colectiva” (Durkheim citado en Giddens 2006). El stalel son modos de actuar, vivir, pensar, percibir y nombrar, y mucho de lo que se hace, se dice y se piensa es por la conciencia colectiva subjetivada desde los primeros años de nuestra vida, “porque así es”. Esas son las costumbres compartidas que nos hacen ser lo que somos. Y ese es nuestro stalel.

El stalel es un campo ancho de creencias, pensamientos y relaciones, donde el sujeto ha sido bordado y su cuerpo traspasado y constreñido por actos de fe interiorizados. El stalel existe desde antes del nacimiento del sujeto, pero puede ser modificado, ya que el sujeto no pierde su agencia. Esto lo vemos especialmente en las mujeres, que cuestionan y luchan por modificar un tipo de stalel, para adquirir otro stalel y otro despertar del ch’ulel.

Así que podemos decir que el stalel se usa para denominar “la naturaleza de la costumbre”, los modos de ser, pensar, actuar, caminar, reír, percibir el entorno, comunicar y relacionarse con el mundo que nos rodea. Tiene un carácter individual y colectivo. Al mismo tiempo, lo podemos entender como la costumbre misma, llena de complejidades, continuidades, cambios y contradicciones o choques.

Las conductas, los actos, los pensamientos y las palabras de una persona están atravesadas por, o atraviesan varios “pliegues” del stalel, que se transgreden, se modifican o se cambian. En esas transgresiones, un tipo de ch’ulel despierta.

Como podemos notar, el término stalel es usado en diferentes contextos. Podemos decir que el stalel es un juego del lenguaje que es empleado en diversas tramas del tejido social o campos del mundo de vida maya tseltal. El stalel es asimismo un entramado de procesos mediante los cuales los sujetos interiorizan o hacen suyas las normas, los modos de pensar, y el ser-estar y actuar en determinados espacios y geografías. Es un paisaje lleno de vetas e intersticios que genera prácticas sociales. De esta misma manera, ciertas prácticas sociales se justifican en algún tipo de stalel.

Hacemos estas divagaciones sobre el stalel pues es el referente desde donde nos situamos para hablar del ch’ulel como entidad fundamental compartida entre los seres vivientes: humanos, animales y cosas. El ch’ulel como entidad, desde el stalel y el sna’el k’inal, es lo que posibilita la intersubjetividad, es decir, el ch’ulel es lo que vuelve sujeto a todo lo existente y permite que interactuemos entre sujetos.

El ch’ulel como entidad primordial en los seres

Si volvemos a repasar el fragmento del Popol Wuj con el que iniciamos este texto, nos percatamos de que los objetos y los animales hablan. Podemos decir que es una contradicción, porque en otro pasaje del mismo libro se dice que los animales no fueron capaces de hablar. Sin embargo, no podemos negar que los animales tienen un lenguaje mediante el cual se comunican. Aunque no es como nuestro lenguaje, cuando les hablamos nos comprenden y a la vez los comprendemos. Lo mismo ocurre con los demás seres existentes: podemos comprender su lenguaje. En nuestro pensamiento maya tseltal, además de tener un tipo de lenguaje, los seres existentes también tienen un ch’ulel, es decir, una esencia y potencia, un espíritu y fuerza, que los hace ser lo que son. Así el ch’ulel está presente en todo; es un universo, o mejor dicho, un multiverso de ch’ulel interactuando e interconectando.

Podemos encontrar varios relatos que versan de la existencia del ch’ulel en los vegetales, los minerales, los animales, así como en el ser humano. Por ejemplo, existe un relato en maya tseltal que nos narra cómo los perros hablaban, pero por denunciar el adulterio, les colocaron como castigo la cabeza en la cola y la cola en la cabeza; desde entonces quedaron mudos y ahora no podemos hablar con ellos. Aunque comprenden nuestro lenguaje, nosotros no los entendemos y solo se entienden entre sí. Además, tienen un ch’ulel que funge de guardián en otra vida y que de vez en cuando aparece en esta vida.

Otra narración habla de una joven maya tseltal que, por dormir dentro de una cueva, quedó embarazada. El padre del bebé es el dueño-guardián de la montaña donde está la cueva. Una vez que el niño se hace adulto, llega a encabezar la rebelión tseltal de 1712 (Gutiérrez 1996).

Así podríamos enumerar una lista de relatos que fundamentan un pensamiento que nos muestra que además del ser humano, otros seres tienen su lenguaje y su ch’ulel, que interactuamos con ellos y estos con nosotros, como es el caso de la mujer con el dueño-guardián de la montaña. Parte fundante de este pensamiento es la noción de la existencia del yan balumilal o yan lumk’inal, otro mundo o universo en donde existen seres visibles pero no tangibles. Esta noción merece ser entendida, pues interactuamos con ese yan lumk’inal y sus habitantes.

Yan balumilal o lum-k’inal. Otros mundos o universos  

En el mundo de vida maya-tseltal se piensa que además de este balumilal (o mundo, en el que vivimos) existen yan balumilal (otros mundos). Uno de los otros mundos o universos que existen está debajo de la Tierra, en donde habitan los ts’uk-itetik (seres de coxis y glúteos alargados). Otro se encuentra arriba nuestro. Otros pensamientos sostienen que los yan balumilal están en alguna parte del lum-k’inal (universo), y que después de vivir en este mundo, uno emprende un viaje hacia otro de los yan balumilal que también es lum-k’inal o universo. Asimismo, se piensa que cada universo tiene cuatro guardianes que cuidan sus cuatro extremos; estos guardianes están interconectados y los habitantes de los distintos mundos se comunican entre sí.

La noción del yan balumilal o yan lum-k’inal también se usa para denominar lugares distintos de los lugares en que nacimos. Las mujeres que se trasladan a la casa de su marido, los hombres y mujeres que van a trabajar a otras partes, están y habitan en otro mundo u otro universo de vida. Al llegar a estos universos de vida uno tiene que anunciarse con los guardianes, tal como hacemos con nuestros vecinos, porque si no se hace, nos verán como unos extraños e intrusos. Lo mismo habrá que hacer cuando uno comienza a desmontar un pedazo de terreno para que los guardianes del lugar no se enojen, y las plantas y los árboles no lloren. Hay que pedir a los guardianes del sitio que amarren sus animales y aves para que no vayan a comer lo que se va sembrar, pues se les está quitando una parte del lugar donde comen y viven. Estas acciones y pensamientos ya no los podemos generalizar, debido a que una parte del stalel del pueblo tseltal ha modificado estas prácticas por la creciente presencia de otras idiosincrasias, y a que la geografía territorial de los pueblos ha cambiado paulatinamente. Sin embargo, todavía hay familias que realizan rituales en sus milpas, terrenos y casas porque mantienen estos pensamientos y creencias ancestrales sobre la existencia de ch’ulel como guardián y protector.

De cualquier manera, creyentes en el cristianismo o no, todos los maya tseltal piensan que existe “algo” que habita en las montañas, cuevas, plantas, árboles. Los seres del reino animal, en el que está incluido el ser humano, así como los del reino vegetal y el mineral, tienen movilidad: algo les otorga vida y aliento. Este “algo” en nuestra tseltalidad se denomina ch’ulel.

En el caso del ser humano, después de morir, el ch’ulel emprende un viaje a otro mundo en donde puede ser bien recibido o no, pues se encontrará con otros ch’ulelaletik (plural de ch’ulel) que son habitantes de esos otros mundos. Le pueden decir: “sí te conozco” o “no sé quién eres”, dependiendo de si ofrendó o se anunció con los ch’ulelaletik o habitantes del yan lum-k’inal, junto con el cuerpo que habitó en este mundo.

Como notamos, lo que comparten con el ser humano los objetos, animales y árboles, las montañas y las cuevas, así como los minerales, es el ch’ulel. No son seres huecos, vacíos o inconscientes. En esta concepción del ch’ulel, el ser humano establece relaciones con todo lo existente, es decir, el ser humano interactúa con su entorno y el entorno iteractúa con el ser humano en el plano material e inmaterial. Desde este plano o universo del ch’ulel se ordenan la existencia y las relaciones sociales con todo lo existente.

Así el ch’ulel no es privativo del ser humano; según el pensamiento tseltal, todo tiene vida. Todo es un ser viviente con algún tipo de lenguaje, entendimiento y ch’ulel. A diferencia del pensamiento occidental positivista, que ha clasificado en seres animados e inanimados lo que existe, en el pensamiento de los pueblos originarios mayas todo tiene vida, fuente, matriz, corazón, venas, huesos, carne, sentimientos, pensamientos, lenguaje propio y ch’ulel. Podríamos pensar que lo “no ser humano”, que tiene todas las atribuciones de éste, no es más que una representación a imagen y semejanza del ser humano. Por ejemplo, cuando se nombran las partes de una casa, llevan el mismo nombre que las partes del cuerpo del ser humano. Así una casa tiene boca, ojos, cabeza, espalda; o los árboles tienen nariz, bigotes, ojos, brazos, vientre, pies, etc. De igual modo, los labios del ser humano son hojas. Nombrar de esta manera a ciertas partes de los “objetos” nos muestra una manera de ver el mundo, un pensamiento o mejor dicho un sn’ael k’inal totalmente diferente a la manera de conocer y saber el mundo en el pensamiento hegemónico occidental. Esta humanización de las “cosas” no es otra cosa que el re-conocimiento a la co-esencia y coexistencia del ch’ulel y hay que darle ich’el ta muk’ (respeto y reconocimiento a su grandeza y dignidad). Cuando no se les trata con ich’el ta muk’, estos seres se levantan contra el ser humano o le niegan los favores que éste solicita—como se menciona en el Popol Wuj.

Entre los que seguimos compartiendo esta visión, el ch’ulel como universo o totalidad en el pensamiento y forma de ver el mundo tiene una esencia y potencia, de tal modo que existen constelaciones de ch’ulelaletik como esencias y potencias, por lo que nos ha llevado a considerar el ch’ulel-multiverso. En esta constelación, los ch’ulelaletik interactúan, se relacionan y están interconectados en la infinitud del cosmos y se afectan mutuamente. A esta mutua afectación, Lenkersdorf llamó “intersubjetividad biocósmica”.

A modo de conclusión, comprendemos y entendemos otras formas del stalel y el sna’el k’inal en donde todo lo que existe son sujetos que interactúan y se relacionan desde el ch’ulel-multiverso, donde esos sujetos están politizados y se levantan contra el opresor y subvierten un stalel establecido. Ello requiere salir de la caverna del pensamiento hegemónico y desgarrar las investiduras propias—relizar una inmersión profunda en los intersticios de otros mundos y pensamientos donde existen constelaciones de conocer-saber el mundo, sentir-pensar y sentir-saber desde la constelación de los ch’ulelaletik.

El ch’ulel-multiverso—como esencia, potencia, espíritu y conciencia de todo lo existente— subvierte un mundo y un tipo de conocimiento que ha establecido “objetos” que hay que conocer y estudiar. La presencia de ch’ulel en todo lo existente, es decir, el ch’ulel-multiverso o esta “intersubjetividad biocósmica”— también presente entre los mayas tojolabales, y estudiada por Lenkersdorf—interpela los usos y costumbres académicas, así como la modernidad. Tanto el ch’ulel-multiverso como la intersubjetividad biocósmica pueden ser una categoría epistémica que puede ayudar a comprender nuestro pensamiento maya tseltal, o nuestro stalel kuxlejal. Al mismo tiempo, este conocimiento es una posición político-académica que anula la relación asimétrica entre “sujetos” y “objetos” en la construcción social del conocimiento, como históricamente ha hecho el pensamiento occidental al construir los distintos modos de ser-estar-actuar de la sociedad.

Estos yan sna’el k’inal y stalel siempre han estado allí. El ch’ulel-multiverso seguirá estando presente y nos cobijará una vez que hagamos una real inmersión desde la desnudez del ch’ulel-espíritu-conciencia de nuestro corazón, y querramos volver a nuestros saberes y  cosmos olvidados. Para ello, tendremos que desencarnar y desaprender el conocimiento occidental,  que des-ch’ulelaliza a la naturaleza y a la humanidad y que paulatinamente nos va deshumanizando. Dicho de otra manera, es necesario hacer volver nuestro corazón, nuestra mirada, nuestros modos de pensar y de ser-estar al cosmos que hemos olvidado, al mundo encantado que exige que lo respetemos y reconozcamos.

Obras Citadas

Lenkersdorf, Carlos. 1999. Cosmovisión Maya. México, D.F.: Centro de Estudios Antropológicos, Científicos, Artísticos, Tradicionales y Lingüísticos “Ce-Acatl”.

Giddens, Anthony. 2006. El capitalismo y la moderna teoría social. Barcelona: Idea Books, S.A.

Gutiérrez, Domingo Gómez. 1996. Juan López: Batzíl Ajaw/Héroe tzeltal. México, D.F.: Instituto Nacional Indigenista.

Popol Wuj. 2011. Traducción al español y notas de Sam Colop. Guatemala: FyG Editores/Biblioteca Guatemala.

Endnotes

    Works Cited