Sp’ijilal O’tan: Saberes o Epistemologías del Corazón

Breve contexto

Quiero comenzar contextualizando la “in-surgencia” del sp’ijilal O’tan, un término maya tseltal cuya aproximación más cercana a la lengua castellana sería “saberes o epistemologías del corazón”. Para mí, es de suma importancia situar la emergencia e “in-surgencia” del término en un complejo contexto sociocultural, político y de lucha epistémica en nuestro ancho presente. La cultura y la lengua maya tseltal se concentran en el sur de México, en la zona altos y selva de Chiapas. Quien escribe este texto proviene de esta civilización maya tseltal, que tuvo sus logros y que cuya lengua—parte de la familia lingüística maya—actualmente es el vehículo de comunicación cotidiana de más de cuatrocientas mil personas en la región. 

La in-surgencia del sp’ijilal O’tan

La reflexión e “in-surgencia” del sp’ijilal O’tan—saberes o epistemologías del corazón—y su presentación en el escenario académico sucedieron cuando comenzamos a pensar y repensar nuestro lugar en el cosmos. En este proceso, nos dimos cuenta de que habíamos olvidado un cosmos y que nuestro corazón estaba descolocado, fuera de lugar, y que había que “hacer volver nuestro corazón” a ese cosmos olvidado.

Una primera etapa de hacer volver el corazón al cosmos olvidado comenzó a inicios de la década de 1990 cuando decidí abandonar el camino que me estaba llevando a a lo que llamé “colonización espiritual”. En esa misma década, concretamente en el año 1994, el movimiento zapatista irrumpió en la política mexicana con el lema “Nunca más un México sin nosotros” y con la apuesta político-epistémica de construir “un mundo donde quepan muchos mundos…donde quepan todos los pueblos y sus lenguas”.

Estos hechos históricos cruzaron mi ser y me llevaron a in-pesar el mundo de vida maya tseltal y a reconocer las tramas de nuestros pensamientos. Al comenzar a efectuar este tipo de reflexión, descubrí algo más grande, que como pueblos hemos subjetivado a lo largo de varios siglos. Me refiero a nuestra condición de sujetos y pueblos colonizados desde la Conquista; nuestros conocimientos son negados, y al mismo tiempo, instrumentalizados. A esta condición histórica impuesta le he llamado un “proceso de domesticación”; la “desdomesticación” es la antinomia permanente en los pueblos.

Pensar y repensar nuestro lugar en el mundo y el cosmos a partir de la década de 1990 nos llevó a situar nuestro corazón. Comenzamos a in-pensar, es decir a pensar y reflexionar desde adentro, usando nuestros propios términos en lengua maya tseltal. Naturalmente no fue tan fácil la “in-surgencia” de los términos en tseltal para reflexionarlos. La razón era, y sigue siendo, el proceso histórico y epistemológico de colonización que hemos padecido como pueblos.

De los mecanismos del olvido y descolocación del corazón

Del olvido a los actos de hacer volver el corazón. Me di cuenta que habíamos olvidado el cosmos en el año 1992, luego de que una persona sacudió mi ser y mi conciencia con una frase: “pinche indio”. Para entonces ya sabía que el término “indio” tenía una connotación negativa y despectiva. Como se sabe, el vocablo “indio”, a partir de la conquista y la colonia, se volvió una categoría política para descalificar y exterminar al “otro”. El “otro” eran, y son, los pueblos que ya existían antes de la colonia. Muchos de los pueblos de antes somos los pueblos de hoy.

El 12 de octubre de 1992—a la vez que una persona mestiza me decía “pinche indio”—centenares de mujeres y hombres mayas campesinos estaban marchando en la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, protestando los 500 años de la invasión española a nuestras tierras ancestrales. Al pasar el contingente por un sitio en donde estaba colocada la estatua del capitán español Diego de Mazariegos, conquistador y fundador de San Cristóbal de Las Casas, un grupo derribó la estatua del colonizador. La estatua se encontraba frente a la iglesia monumental de Santo Domingo, iglesia católica administrada desde la colonia por los frailes dominicos. Tanto la estatua de Diego de Mazariegos como el templo católico representan un agravio a nuestra historia como pueblos. ¿Qué estaba ocurriendo exactamente en las entrañas del corazón? Algo estaba emergiendo tanto en el corazón personal como en el colectivo.

Nuestra condición histórica impuesta. Desde la conquista de estas tierras, el mundo de vida de nuestros pueblos se bifurcó, creando un quiebre religioso, político, jurídico, económico, lingüístico y epistémico en nuestra visión del mundo. Mediante las encomiendas, un tipo de esclavitud que explotaba la mano de obra indígena, los colonizadores evangelizaron y trasmitieron los usos y costumbres europeos.

En el ámbito religioso, se impuso la religión judeocristiana traída de Europa. Se prohibieron las prácticas espirituales de los pueblos conquistados, aunque sobrevivieron en la clandestinidad varios elementos. En lo político y jurídico, se implantó un nuevo sistema de gobierno y un nuevo orden social al imponerse la ley imperial. En lo económico, se transformaron los sistemas de intercambio. En lo lingüístico, se impuso la lengua castellana como idioma oficial. No fue sino hasta 2003 cuando las lenguas originarias de México, aquellas que sobrevivieron allargo proceso de “lingüicidio”, adquirieron “rango constitucional”, pero solo con validez local y regional. En el ámbito epistémico, los escritos sobre la historia de nuestros pueblos y los conocimientos sistematizados fueron quemados. Los códices que conocemos hoy sobrevivieron solo porque habían sido sustraidos por los colonizadores, quienes caracterizaron nuestros conocimientos como supersticiones. Los colonizadores incluso cuestionaron si los nativos estaban dotados de razón y de alma. A lo largo de las Américas, los pueblos originarios sufrieron esta misma suerte, probablemente no así quienes fueron aliados de los invasores.

Destruyendo y avasallando se erigió una supremacía del colonizador en y con los pueblos prehispánicos. De esta destruccion da cuenta Fray Bartolomé de Las Casas en su obra “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”. En esta obra emblemática se muestra el exterminio sistemático llevado a cabo por los colonizadores.

El contexto socio-histórico mencionado, así como nuestra experiencia personal y colectiva fueron nuestros puntos de partida. Nos llevaron a los avatares del escudriñamiento de nuestro ser-estar colectivo. Fue devastador darnos cuenta de que el espíritu indígena fue “doblegado y sometido” solo por el poder de las armas de los colonizadores, ya que el “encuentro de los dos mundos” (como nos enseñaban en el sistema educativo mexicano y que se celebraba el doce de octubre como el Día de la Raza), fue un choque brutal entre dos o muchos mundos con imaginarios y saberes totalmente distintos, en una asimetría total entre civilizaciones. Comprendimos que mucho de lo que somos ahora como sujetos colectivos ha sido una imposición socio-histórica desde el poder hegemónico colonial. Los gobernantes y sus soldados domesticaron nuestros cuerpos y nuestro espíritu con la fuerza del látigo y a punta de espadas, mientras los religiosos, usaron la persuasión para colonizar “pacíficamente” nuestros corazones y mentes. Si somos un pueblo domesticado ¿es posible la “desdomesticación”? ¿Cómo sería y con qué? Tocaba efectuar una inmersión en el  “México profundo”, como llamó Guillermo Bonfil Batalla al México de nosotros los pueblos originarios, con civilización propia, con imaginarios “otros” y sistemas de pensamientos propios. Estos siempre han estado—hemos estado—ahí, aunque el “otro”, en este caso el Estado mexicano, nos ha considerado un problema que hay que abatir por todos los frentes: cultural, lingüístico, político, económico, jurídico, epistémico-educativo.

Desde el desaliento a la in-surgencia del ch’ulel

“Pinche indio” sacudió mi ser. Fue un maltrato verbal que me hizo llegar o despertar la conciencia. Esta expresión forma parte de la jerga linguística de los hisponohablantes de las Américas, así que puedo afirmar que a los pueblos originarios en general, se nos ha tildado de “pinches indios”. Pese a que el maltrato y el desprecio agachan el espíritu, muchas veces estas situaciones hacen llegar la conciencia y “hacen volver nuestro corazón” al cosmos olvidado. A este retornar le decimos en maya tseltal: xjul xch’ulel.

La invasión colonial instauró una nueva realidad y nuevos imaginarios en los pueblos originarios de México—así como en el resto de los pueblos prehispánicos de las Américas—y los mundos de vida de los pueblos sufrieron un quiebre en el andar cotidiano y en su ser-estar.  Al acompañar en distintos rituales a diversos pueblos mayas en Chiapas, reafirmé una enseñanza-aprendizaje de mis abuelas y abuelos, y hoy puedo afirmar que tanto los mapuches, aymaras, así como los pueblos originarios del hemisferio norte, compartimos un pensamiento. Me refiero a la existencia del ch’ulel en todo ser existente. Por lo tanto, habría que darles ich’el ta muk’ (reconocimiento y respeto a la grandeza y dignidad de la vasta existencia) para una lekil kuxlejal (vida en plenitud, digna y justa). A continuación explico algunas acepciones del ch’ulel para comprenderlo mejor.

El ch’ulel y sus acepciones

La primera acepción del ch’ulel tiene que ver con la esencia primaria de la existencia; le podríamos llamar potencia o energía vital. Tanto humanos como no humanos participamos del ch’ulel, es decir, todos los seres existentes tenemos ch’ulel. Esta noción de vida rebasa la clasificación occidental o científica que se basa en la existencia de seres animados e inanimados. En la noción de vida maya tseltal, tanto el ser humano como los vegetales, los animales, los minerales, el agua, el oxígeno y demás elementos existentes tienen ch’ulel. Por el ch’ulel todos interactuamos en el gran campo de la naturaleza o de la vasta existencia. Desde lo micro hasta lo macro, interactuamos y nos afectamos mutuamente. El ch’ulel es lo que nos hace ser-estar en el cosmos junto con otros seres.

Segunda acepción. Al proceso de adquisición del lenguaje de los infantes, cuando estos comienzan a nombrar su entorno, le llamamos también Xjul Xch’ulel. Si nos percatamos en esta acepción existe una ligera variación en ch’ulel. La “X” antepuesta a ch’ulel indica que se trata de una tercera persona. Incluso en las personas que no adquieren o desarrollan el lenguaje hablado se les reconoce el ch’ulel.

Tercera acepción. Hace referencia a un tipo de conciencia o noción de la realidad. Cuando una persona se encuentra en estado alterado de conciencia por la influencia de alguna sustancia, decimos ch’ayem xch’ulel, es decir que está “perdido su ch’ulel”, no está con los cinco sentidos tradicionalmente conocidos. También se le puede decir ch’ayem yo’tan, es decir que su corazón está perdido. Pero puede ser solo una distracción por la cual una persona no se encuentra en su cabalidad. Cuando la persona vuelve a la  normalidad decimos Julix Xch’ulel o kuxix Yo’tan, es decir “ya le volvió a llegar su ch’ulel” o “ya revivió su corazón”.

Cuarta acepción. En esta acepción, ch’ulel se entiende como de carácter social o colectivo, es decir un ch’ulel sociocomunitario. Atañe ámbitos como la familia, la comunidad y otros espacios de interacción social. En los espacios familiares y comunitarios existen ciertas prácticas de vida. Así que este tipo de ch’ulel es un constructo histórico, es parte de nuestra memoria colectiva, es el conjunto de saberes y conocimientos transmitidos y recreados de generación en generación. Al ser memoria histórica, también son los dolores producto de las injusticias del pasado y del presente. Cuando los sujetos colectivos quieren transformar las condiciones sociohistóricas que los han colocado en esa condición, emerge un ch’ulel insurgente, como se vio en 1994 durante el levantamiento zapatista. Todas estas experiencias se depositan y se cultivan en el O’tan-corazón, que pasa a ser sp’ijilal O’tan. Se vuelven modos de pensar, actuar y ser-estar en el mundo. Algunas veces son propias, otras son adoptadas e impuestas pero todas modificables.

Spijilal O’tan: Saberes o epistemologías del corazón

Una de las enseñanzas comunitarias de ancianas y ancianos maya tseltales es que a todo lo que existe hay que darle ich’el ta muk’ porque todo tiene ch’ulel—como mencionamos en la primera acepción del ch’ulel. Si no se les trata con ich’el ta muk’, “ya x-ok’ yo’tan sok ya x-ok’ xch’ulel”, como decimos en Tseltal. Es decir, llora su corazón y su ch’ulel.

Como se puede ver en el párrafo anterior, ya no sólo está aludido el ch’ulel, se ha incorporado otro elemento: el O’tan. Este aparece cuando se dice que hay que darle ich’el ta muk’ a todo lo existente, como se explica en la tercera acepción de ch’ulel. Como ya se mencionó, la traducción literal de o’tan es corazón. De entrada podríamos pensar que cuando se menciona el O’tan-corazón se está hablando de un órgano, de la parte física y material del cuerpo, y que el el ch’ulel es un espíritu, un ente metafísico, inmaterial. Pero cuando hablamos del O’tan-corazón no nos referimos al órgano. Es una metáfora, una imagen o un espacio, un ser o entidad que siente y piensa. Puede ser el sujeto mismo, como se puede ver en este diálogo cotidiano entre tseltales que cité en un ensayo en 2011:

Bixi awo’tan–Qué dice tu corazón–, Lekbal ay awo’tan –¿Está bien tu corazón?–, Mame xa mel awo’tan–Que no se ponga triste tu corazón–, Ma xch’ayat ta ko’tan–No te pierdo en mi corazón o no te olvido–, Kuxix ko’tan– Descansó o resucitó mi corazón–, Tse’el ko’tan yu’un ya kilbet asit –Ríe mi corazón porque veo tus ojos–, K’uxat ta ko’tan–Dueles en mi corazón o te amo–, Yutsil ko’tantik –La bondad de nuestro corazón–, Ya jnop ta ko’tantik – Lo pensamos o meditamos con y en el corazón–, A’yantaya ta awo’tan – Dialógalo en tu corazón–, Nopa sok ajol awo’tan–Piénsalo con tu cabeza y corazón (López Intzín 2011).

De la cita anterior, me gustaría recalcar que el O’tan aparece en diferentes marcas de posesión: awo’tan (tu corazón), ko’tan (mi corazón) y ko’tantik (nuestro corazón). De la misma manera, podemos encontrar otras expresiones con marcas de posesión para tercera persona en singular y plural. El elemento O’tan no varía. Desde el punto de vista lingüístico, O’tan aparece como sustantivo. No siempre ocurre así, en determinadas expresiones que implican o indican acción (hacer algo), como por ejemplo: ya ko’tanin snopel jun, te antse ya yo’tantay sna yawil, o ya yo’tanin slumalik te jme’tik jtatike. Estas expresiones idiomáticas del tseltal aluden a que se deben hacer las cosas con corazón y entregarse con el corazón; dicho de otra manera, hay que dedicarse, concentrarse y entregarse completamente mientras se realiza un acto o una acción en el tiempo y espacio. Hay que hacer el acto del yo’taninel spasel-smeltsanel (“corazonar” el proceso del hacer-construir) como cito en el mismo trabajo de 2011:

…Todo se corazona. El pensar se corazona – yo’taninel snopel – y el hacer se corazona – yo’taninel spasel-smeltsanel. Así como se corazona el pensar y conocer, también se dice que el saber y conocer se sienten por lo que se piensa-siente o se siente-piensa con el corazón… Si se corazona el sentir-pensar y el sentir- saber, eso nos hace culturalmente “diferentes” de los “Otros”, pertenecemos a otro ts’umbalil [cultura], y quizá muy diferentes en la construcción, nominación y relación con el cosmos-mundo…que empleamos tanto el corazón como la mente, el amor y la razón que nos conduce a la sabiduría-p’ijilal… Así, la conjugación del corazón y la mente –el amor, la pasión y la razón–, más que una dicotomía en disputa es una complementariedad que conforma la racionalidad maya-tseltal, sentimos para pensar y pensamos para sentir. De tal modo que cualquier acto creativo pasa por la razón y cualquier racionalidad transita por el corazón y los sentimientos.

En sentido de lo anterior, el O’tan-corazón se vuelve un espacio y centro en la in-corporación de las experiencias de vida cotidiana de las personas. Al mismo tiempo, se convierte en fuente y matriz de los saberes y conocimientos situados culturalmente.

Los campos del saber y conocimientos culturales

Spijilal O’tan no solo es un modo de nombrar lo que se sabe y se conoce a través de la experiencia acumulada a lo largo de la historia. Son modos concretos de vida comunitaria, modos de estar siendo con el cosmos. Implica relacionalidad desde el ich’el ta muk’, reconociendo la grandeza y dignidad de todo lo existente. Es el arte de saberse y reconocerse con la “otredad”, y el arte de la supervivencia creando distintos sistemas o campos para el cuidado de la vida. A continuación mencionamos los sistemas que consideramos que están comprendidos en el sp’ijilal O’tan.

  1. Los sistemas de cuidado y sanación que comprenden: la partería, la medicina herbolaria, la sanación mediante plegarias, los cantos rituales, los cantos de sanación, la elaboración de distintos instrumentos sonoros y su empleo para diversos fines. Diagnóstico de diversas enfermedades y sus tratamientos.
  2. Los sueños.
  3. El cuidado y preservación de semillas y distintos cultivos para la alimentación.
  4. Ciclos rituales para el cuidado del agua, la siembra, el bosque, etc.
  5. Sistemas de numeración y conteo del tiempo.
  6. Elaboración de textiles y alfarería con diseños prehispánicos y actuales donde está representado el cosmos. 
  7. Reconocimiento de los ciclos lunares para realizar distintas actividades como siembra y tala de árboles.
  8. El arte de la resistencia y la “alegre rebeldía”.

Estos son algunos campos o sistemas que están comprendidos en sp’ijilal O’tan. No obstante existen más, y uno de ellos—el “Buen Estar”—es de carácter ético, que tiene que ver con los comportamientos, el buen actuar frente a la exterioridad. Nos referimos al ich’el ta muk’ (reconocimiento y respeto a la grandeza y dignidad de la vasta existencia) y lekil kuxlejal (vida en plenitud, digna y justa).

A continuación expongo a grosso modo sobre el arte de la resistencia y la “alegre rebeldía”, o lo que le he llamado “Epistemología política del corazón y los caracoles zapatistas”.

Como sabemos, en 1994 los pueblos mayas aglutinados en el movimiento indígena denominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), irrumpió sobre el telón del olvido, la injusticia, la negación y el desprecio vigentes por más de cinco siglos. Los zapatistas establecieron centros de operación política  que llamaron “Aguascalientes”. En agosto de 2003, luego de un periodo dereflexión, decidieron cambiarles de nombre y les pusieron “Caracoles zapatistas”. Cuando anunciaron la transformación de los Aguascalientes a Caracoles, el EZLN comunicó lo siguiente:

[…] Dicen que dicen que decían que el caracol representa el entrarse al corazón, que así le decían los más primeros al conocimiento. Y dicen que dicen que decían que el caracol también representa el salir del corazón para andar el mundo, que así llamaron los primeros a la vida. Y no sólo, dicen que dicen que decían que con el caracol se llamaba al colectivo para que la palabra fuera de uno a otro y naciera el acuerdo. Y también dicen que dicen que decían que el caracol era ayuda para que el oído escuchara incluso la palabra más lejana. Eso dicen que dicen que decía… (Subcomandante Marcos 2003, 2).

Como se puede apreciar en la cita, el cambio de denominación de los centros políticos retoma una herencia, vuelve la mirada colectiva hacia lo propiamente indígena y maya, con la figura y símbolo del caracol y la relación que existe entre éste, la historia, el corazón y el conocimiento. Por lo tanto, los Caracoles son  un giro político-epistémico frente al mundo; ahora son casas o espacios de encuentro y diálogo, puentes para conectar mundos, para mirarse y dialogar desde el reconocimiento y respeto.

[…] Así los “Caracoles” serán como puertas para entrarse a las comunidades y para que las comunidades salgan; como ventanas para vernos dentro y para que veamos fuera; como bocinas para sacar lejos nuestra palabra y para escuchar la del que lejos está. Pero sobre todo, para recordarnos que debemos velar y estar pendientes de la cabalidad de los mundos que pueblan el mundo (12).

Con este anuncio nos dicen las funciones de los Caracoles zapatistas, sus orígenes. También el modo de ser de los zapatistas, que son rebeldes, no obedecen y que:

[…] Cuando se espera que hablen, callan. Cuando se espera silencio, hablan. Cuando se espera que dirijan, se ponen atrás. Cuando se espera que sigan atrás, agarran para otro lado. Cuando se espera que sólo hablen ellos, se arrancan hablando de otras cosas. Cuando se espera que se conformen con su geografía, caminan el mundo y sus luchas (1).

O sea que no tienen contento a nadie. Y parece no importarles mucho. Lo que sí les importa es tener contento a su corazón, así que siguen los caminos que él les marca… (2).

Los caminos que han marcado el O’tan zapatista han sido muy “otros”. Son nuevos saberes o epistemolgías del corazón con un ch’ulel insurgente. Así, podemos reconocer como en los últimos tiempos han dialogado y “epistemologado” con quienes practican las ciencias duras, al convocarlos y colocarles un reto: la celebración de las dos conciencias. No ha sido poco lo que han hecho las comunidades zapatistas, desde su aparición han convocado a diferentes grupos y sectores tanto de la sociedad mexicana como de otras partes del planeta para construir otros paradigmas contra lo que han llamado la “hidra capitalista”. Ellas y ellos a veces son maestras y maestros, pero otras veces son alumnas y alumnos obedeciendo lo que les dicta su O’tan-corazón. Desde la obediencia del O’tan como matriz y fuente de los saberes han construido otros horizontes de vida, de lucha política desde la alegre rebeldía y el arte de la resistencia.

A modo de conclusión

Para comprender la presencia y el significado del O’tan en nuestro pensamiento y cosmovisión es menester efectuar una inmersión profunda en la historia y comprender nuestros orígenes como pueblos mayas. Es por eso que en el presente, la reflexión en torno al sp’ijilal O’tan, nos ha llevado al acto de “hacer volver nuestro corazón” a nuestro pasado remoto, a nuestro cosmos olvidado para poder comprender un poco de nuestro pensamiento. Cómo es que el saber-conocer así como el cúmulo de experiencias de vidas pasadas y presentes llegamos a nombrarlo como sp’ijilal O’tan. Además de poner atención al habla cotidiano, las prácticas de vida concretas, ha sido necesario leer y releer el libro del Popol Wuj en sus diferentes versiones. Aunque el texto solo recoge la cosmovisión, el pensamiento, la filosofía, los mitos e historias del pueblo K’iche’ de Guatemala, puedo afirmar que la cultura maya es un lienzo, en donde podemos encontrar fragmentos de los relatos que se encuentran en el Popol Wuj. Este libro, sin duda, recoge el pensamiento fundacional de toda una civilización.

Al parecer, lo que se encontraba desde un principio era el O’tan-corazón. Así lo podemos notar en el primer capítulo, luego de que Gukumats’ se sorprende por la creación y agradece diciendo: “¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá, Raxá-Caculhá!”

Luego el texto continúa:

“Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua.”

Si tomamos en cuenta el libro del Popol Wuj como texto fundacional de nuestro pensamiento como civilización maya, nos damos cuenta que desde el principio está presente el O’tan-corazón, energía que crea y pro-crea en comun-unidad entre el cielo y la tierra dialogando y corozanándose.

Sp’ijilal O’tan, saberes o epistemologías del corazón, invita a corazonar, a reconocer y respetar la vasta existencia que cada vez está en peligro por una racionalidad arrogante e indolente. Lo que nos une e identifica todos los seres que formamos parte de la vasta existencia es el ch’ulel, el O’tan y darnos mutuamente ich’el ta muk’. Dicho así, es una forma de estructurar y organizar el mundo. Es un modo de saber y conocer el cosmos. Probablemente una forma de objetivar la vida subjetiva desde el tiempo primordial cuando el Corazón de la tierra y el Corazón del cielo se pusieron a danzar para procrear sujetos con alegre rebeldía.

La humanidad, el mundo, todos los seres existentes y vivientes ¿podemos seguir viviendo tal y como la epistelogía hegémonica instrumentalizada o hermanda y corazonada con el capitalismo depredador – que los zapatistas han llamado “la hidra capitalista” y que nos tiene sometidos? Evidentemente no. Reconocer y valorar otros paradigmas de ser-estar en el mundo es urgente.

Uno de los principios que sostiene sp’ijilal O’tan, saberes o epistemologías del corazón, parte de la aprehensión del mundo y comprensión del cosmos. O sea, es una aprehensión y comprensión de la vida en su conjunto que se denomina en maya tseltal sna’el k’inal (ya sna’ k’inal, ma sna’ k’inal). No quiero afirmar que tal comprensión es más amplia que otras, o que es igual a la del mundo occidental, simplemente es otra. Ha estado siempre ahí pero negada e instrumentalizada por el conocimiento occidental hegemónico. Así, lo que he presentado aquí es un tipo de acción arquelógica: descubre lo que siempre ha estado ahí. Solo hay que que dejarse sorprender y reencantarlo que el conocimiento hegemónico y la hidra capitalista han desencantado, convirtiendo la vasta existencia en cosa y mercancía. 

Obras Citadas

López Intzín, Juan. 2011. Ich’el ta muk’: la trama en la construcción del Lekil kuxlejal. Hacia una visibilización de saberes “otros” desde la matricialidad del sentipensar-sentisaber tseltal. Mimeo.

Subcomandante Marcos. 2003. Chiapas: La Treceava Estela. Comunicados De La Muerte De Los “aguascalientes” Y El Nacimiento De Los “caracoles” Zapatistas, EZLN. México. 

Popol Wuj. 2011. Traducción al español y notas de Sam Colop. Guatemala: FyG Editores/Biblioteca Guatemala.

Endnotes

    Works Cited