El “ser cristiano en tierra de indios”, que tienen otra concepción del mundo y otra religión, significa: vas a ver como te va a ir si no conoces lo que estás pisando. Y yo agregaría a esa frase: vas a ver lo que es hablar de resistencia en tierra de indios; porque si alguien ha resistido en este país son los indios. Finalmente son 500 años de un sistema que intenta desaparecerlos; no solamente excluirlos, sino borrarlos de la faz de esta tierra y apoderarse de sus tierras. Finalmente no es otro el objetivo.
Entonces, ¿quién ha resistido mas que ellos? ¿Qué tenemos nosotros que decirles a los indios de México a propósito de resistencia? Nada. Tenemos mucho que mirar de su resistencia, y mucho que aprender de su resistencia. Empezando porque, si ustedes lo ven muy claramente aquí en San Cristóbal, todavía la presencia del universo y de la cosmovisión indígena gobierna lo visual, lo auditivo, la arquitectura, la ropa. Todavía aquí, la presencia indígena y del mundo indígena es más fuerte que la presencia de occidente, y eso es una cosa que no es poca cosa; porque aquí los indios hasta hace muy pocos años no podía caminar por las banquetas, tenían que caminar por el arroyo. Podían subirse los burros, pero no los indios. Todavía tenemos registros aquí en San Cristóbal en el año 1950; que las mujeres eran utilizadas por el turismo para, si el señor occidental quería subir un cerro, se podía trepar arriba de una mujer con una varita para que la señora lo subiera a conocer el cerro, y de regreso podía también tener servicio sexual de la señora que lo había subido a ese cerro. Es decir les estoy contando una anécdota que me contó una antropóloga, que ya murió hace años, Zita Basich [de Canessi], que fue la ideóloga del Museo de Antropología de México. Una mujer que vivió esa situación aquí en Chiapas en los años 50. Entonces, si podemos nosotros simplemente imaginar lo que ha sido el sistema de represión sobre los indígenas de México—y para ello yo, por supuesto, siempre les recomendaría acudir a la lectura del México Profundo:Reclaiming a Civilization (1996) de Guillermo Bonfil Batalla, y del México Bárbaro (2010) de John Kenneth Turner, que fue un periodista norteamericano que vino en el año de 1908, y hace un retrato perfecto, increíble de lo que es la dictadura de Porfirio Díaz y el maltrato a los Indios de México.
Entonces partiendo de esa base, yo creo que es importantísimo que ustedes sepan que están en tierra de indios. Y que estamos, finalmente, que México es tierra de indios. Y que “venir a amar a Dios en tierra de indios” ha sido el gran problema de este país; es decir, imponer un Dios, imponer una religión, y sobre todo imponer un sistema económico y político que incluye dentro de su plataforma básica la exclusión de los pueblos originales. Es decir, parte de la ideología del capitalismo y del neoliberalismo ahora, pero desde siempre; desde hace 500 años, aquí la idea es borrar a los pueblos originarios y hacerlos a un lado.
Y como lo dice Bonfil Batalla, que lo dice de una manera realmente muy genial, por eso yo les digo no se pierdan la lectura de ese libro que por aquí lo voy… Se llama México Profundo. Acá está, México Profundo es una cosa verdaderamente genial, la visión de este hombre—por eso yo les recomiendo mucho—porque ahí se comprende, leyendo este Guillermo Bonfil, se comprende mucho por que hablamos de un México y de otro México; como si realmente México se dividiera en dos. El hace un ensayo genial diciendo: efectivamente existe México profundo y México imaginario. Y ese México imaginario es el proyecto de nación que no solamente vino del extranjero sino que muchos mexicanos en el siglo XIX, cuando intentan construir la nación mexicana y proponerla como ya la formación de una nación, en ese proyecto no caben los indígenas, no cabe la cosmovisión indígena ni cabe la cultura indígena.
Entonces dice Bonfil, por ejemplo, puse algunas ideas del libro que nos pueden ayudar mucho a entender eso. Esto de: tienes que dejar de ser lo que eres, porque sólo tienes futuro si dejas de ser quien eres; es decir, no tienes futuro si sigues siendo lo que tú eres. Eso es algo increíble, si lo pensamos nosotros que somos occidentalizados, que hemos pensado como occidente, y que occidente nos plantea: esto es el futuro, yo soy el futuro, yo soy el progreso, yo soy la modernidad. Entonces, mi cultura es el futuro; tienes futuro en la medida en que entres en mi cultura; si sigues en tu cultura no tienes futuro. Es una idea terrible, no. Tienes que dejar de ser tú para poder ser tú en el futuro. Por ejemplo, habla del Estado ficticio, esquizofrénico; porque es evidente, no se puede negar tu identidad para ser alguien. Habla de un México, el México que debe ser. Es decir, este México no es. Hay un México al que aspiramos, que lo vende la televisión todos los días y que es, en el siglo XIX era Francia, ahora es Estados Unidos y en la Colonia era España. Pero siempre ha sido, ‘México no debe ser lo que es, México debe ser otro’. Habla de los excluidos de su propia manera de vivir. Es decir, yo vivo de esta manera, fíjense cómo se vive aquí en San Cristóbal, vean ustedes los Lacandones como viven; pues no, resulta que estás equivocado, o sea lo que lo que tú comes no es comida, comida es lo que yo te voy enseñar que es.
Y llega a una idea muy genial: la noción de democracia se establece hace dos siglos como una de las aspiraciones vertebrales de la civilización occidental, somos demócratas. Pero esa idea de democracia se trasplanta a México mecánicamente, sin tomar en cuenta su cultura. Entonces como es un postulado mecánico y viene de un México que no existe, es un México imaginario que se ha inventado como un México que debe ser, termina diciendo: la paradoja es que se convierte en este es un no-pueblo, porque este nos estorba para la democracia. Y dice al final, el pueblo va ser un obstáculo para la democracia. Si pensamos en esa democracia, pues el pueblo es un obstáculo; es decir, se llega una contra contradicción total, no?
Todo el patrimonio cultural de México profundo pasa sin más a la categoría de lo inútil. Y fíjense ustedes, encontramos poesía prehispánica que dice el jade, el oro, las piedras preciosas, las telas ricas; todo fue despreciado. Y es muy sorprendente que cuando Cortés llega a México, le ofrecen en una copa de oro el chocolate; y él sólo ve la copa de oro. Y uno dice, “puta pero si lo rico era el chocolate”. Y él no alcanza a ver más que la copa de oro. Es un símbolo muy especial de entender cómo occidente llega y lo que ve es el oro, pero desprecia la riqueza de esta cultura. En gran medida intenta volverla inútil. Todo eso, ¿el jade a quién le puede importar? ¿Las plumas, a quién le pueden importar?
Es muy extraño porque uno pensaría: ¿Quiénes son las personas que están construyendo un proyecto de nación contra una mayoría que vive de otra manera? ¿Quienes son estas gentes? Evidentemente a eso es quizás a lo que los Zapatistas llaman el mal gobierno. Esta gente que insiste en imponer un sistema que va en contra de la mayoría, y que es una minoría, y que se ha salido con la suya una y otra vez. Porque ahora que estamos en el año del bicentenario, vemos que no tenemos nada que festejar. La independencia finalmente no es independencia. Hemos sido dependientes de España, hemos sido dependiente de Estados Unidos toda nuestra historia. No ha habido más que fraudes, y fraudes, y fraudes e imposición. ¿Entonces de qué revolución estamos hablando? Finalmente, asesinaron a Hidalgo y a Morelos en la independencia, como asesinaron a Zapata y a Villa en la revolución. Y quienes siguen en el poder, siguen siendo una mínima oligarquía dispuesta a someter a la mayoría para conservar sus privilegios.
Bueno, en ese gran marco, digamos, que es muy difícil reducir un país a eso—pero estamos intentando hacer una reducción con el objeto de entender un poco–podemos ver que el mundo indígena ha vivido una historia de resistencia extraordinaria; puesto que las baterías del proyecto de nación estaban puestas básicamente desde la Colonia, se puso en marcha un sistema de control cultural, más allá del control económico. Es decir, cuando yo dije “amar a Dios en tierra de indios”, quiero decir: había que someter a la gente culturalmente para poderla someter económicamente. Yo me quiero quedar con tus tierras, pues primero te tengo que someter culturalmente. Recuerdo un performance extraordinario que vi en los Estados Unidos, en Nueva York, precisamente. De un indio que vivía en una reservación y el pasó directo a la reservación a Vietnam y de Vietnam a la reservación e hizo un espectáculo maravilloso donde decía: “cuando ellos llegaron traían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Por respeto a sus dioses, cerramos los ojos y nos hincamos a rezar. Cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros la Biblia”. ¿Verdad? Entonces, claro que eso nos habla de una invasión cultural, primero que nada; antes de la invasión económica.
Lo que ha habido es una lucha incesante de los grupos sometidos por conservar y ampliar los ámbitos de su cultura propia. Y si ustedes se fijan hay una lucha impresionante desde, como les decía, la ropa, la conservación de los textiles, de las bolsas, de los guaraches. De por ahí, de hacer una manera de conservación de tu cultura que no solamente no sea agresiva al colonizador, sino que el colonizador lo aprecie; que terminen por decir “ay qué bonita está esta telita, me la voy a poner”. Y eso es parte finalmente de un rescate y de una resistencia cultural extraordinaria. Y que lo vemos como natural, pero ciertamente pues los “pants”, por ejemplo; la gorrita, que son millones de personas en el mundo que ya usan la ropa de occidente, todavía aquí en San Cristóbal vemos que la gente usa esta ropa. ¿Por qué? Porque es un acto de resistencia cultural, si ustedes quieren invisible, pero que esta ahí; y esta ahí presente como parte de conservación de esa cultura.
O sea, ¿como poner en la mesa, en la discusión de la realidad cultural de México, si tenemos esta esquizofrenia enorme? De dos mundos planteados que vienen de absolutamente dos cosmovisiones diferentes y que conviven desde hace 500 años. Entonces, Bonfil habla de superar esta esquizofrenia, porque es un desencuentro tremendo. Y yo les puedo jurar que hoy en día no hay manera de que rompamos con la barrera racista del que es indio y el que no es indio en México. Lo hacemos aparentemente, y estamos colaborando, como dice Doris [Difarnecio], entre unos a otros; pero siempre está esa barrera extraña.
Hace un rato que hablaban de la sexualidad, por ejemplo, y las costumbres sexuales y el matrimonio gay. Bueno, yo les puedo decir que en Oaxaca, es uno de los lugares donde más he encontrado represión a las mujeres lesbianas; de sus propias familias, indígenas. Es decir, tampoco es tan fácil aceptar como, “ay si respetamos la diversidad”, no es verdad, no; se da de todo tipo de conducta homófoba también. Ahora, dice Bonfil, “no se trata de recuperar una civilización aldeana, sino de reconstruir los espacios necesarios para el desarrollo de una civilización actualizada, vigente hoy y proyectarse al futuro”. Que me parece muy importante este comentario, porque hay toda esa idea de que entonces eres nostálgico de los Indios y de las pirámides; entonces lo que tú quieres es regresar al pasado y olvidar. No para nada, simplemente que tenemos que resolver este problema terrible que es una cosmovisión negada, una civilización negada, y que no se le permite expresarse en el concierto, además de las naciones internacionales.